21 febrero 2001 |
Aquí no hay playa |
Es posible que, dentro de unas décadas, si los americanos siguen haciéndose los suecos en las macrocumbres climáticas, la Antártida se deshiele y acabemos por darnos nosotros el calentón. También que, para entonces, la ciencia nos ofrezca a los labios el elixir de la eterna juventud y el asunto se solucione de golpe en todo el mundo, y ya no nos haga falta playa ni nada. Pero, de momento, remisa en viajes al futuro y locuaz en recuerdos del pasado, Castilla y León es la comunidad más envejecida de España y los alicientes para seducir a la población joven no se disfrazan con frazada meseteña. Por ley de vida, dentro de unas décadas el problema del envejecimiento en la región habrá desaparecido por sí solo, o al menos estará en niveles de convergencia con Europa, pues la tendencia a la baja natalidad va a persistir en una cultura cada vez más hedonista e individualista a la que yo, personalmente, no tengo nada que reprochar en cuanto tal. Pero, hasta entonces, nuestra economía seguirá lastrada por el vínculo que enlaza ruralismo y pirámide poblacional invertida. La revitalización del campo, desde luego, no va a ser factible en base a los parámetros tradicionales de actividad que hoy ya no atraen a nadie salvo a los inmigrantes. El éxodo rural iniciado en los años del desarrollismo se terminará de apuntalar con la generación a la que la educación gratuita ha imbuido de un espíritu eminentemente urbano. Todos sentimos un prurito de nostalgia cuando prevemos la extinción de unos modos de vida que aún parecen emanar bucólicos aromas, pero su perdurabilidad pasaría por contravenir la voluntad de unos herederos que no entienden de novela pastoril. El único espacio económico que le queda al campo castellano por exprimir más allá de la industria alimentaria es el turismo rural. Aprovechar precisamente los efluvios de grandeza del paisaje, esos anhelos de viento y silencio que, mediando una buena campaña de márketing, podemos llegar a experimentar alguna vez los que vivimos en el mundanal ruido. La Junta podría coordinar todo tipo de rutas temáticas transprovinciales (naturales, artísticas, gastronómicas, de costumbres) para incentivar a los visitantes a traspasar la frontera psicológica de las dos noches en la Comunidad, y de esta forma promover el sinnúmero de actividades y puestos de trabajo implícitamente adyacentes al turismo, con o sin playa.
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Referencias y contextualización Aquí no hay playa es el título de una divertida canción de Los Refrescos, publicada a comienzos de los 80, y en la que se reprocha irónicamente la poca consistencia de Madrid como foco turístico veraniego. Algunos estudios ambientales acababan de predecir que, de no recortarse sensiblemente los efectos de la contaminación industrial (algo a lo que los Estados Unidos, el país más industrializado y por tanto el más contaminante, se había mostrado reticente en la cumbre de Kyoto y otras iniciativas ecológicas), la Antártida se deshelaría y anegaría gran parte de las ciudades costeras de España y otros países. Otro informe había distiguido a Castilla y León con el título de la comunidad más envejecida de España. Uno de los grandes argumentos que ya por entonces esgrimían los partidarios de una mayor apertura a la inmigración era que los inmigrantes están dispuestos a desempeñar trabajos que la población española, más formada y exquisita, no quiere ejercer bajo ningún concepto.
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