9 abril 2003
Elogio de la obscenidad
 

Isidro Catela, profesor de Ética y Deontología de la Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, se erigió el domingo en portavoz de la opción del “no” dentro del “debate en la red” de El Mundo sobre si los medios de comunicación deben mostrar toda la crueldad de la guerra.

La tesis de su artículo “La mirada obscena” parte de que “el hombre es esa extraña mezcolanza de carne y alma” capaz de las creaciones más sublimes y también de las más ínfimas pasiones. Pero el que éstas últimas sean propias de la “fragilidad humana (…) no supone claudicar ante el instinto ni tener que potenciar por sistema aquello que, lejos de hacernos más humanos, nos hunde en las peores de nuestras miserias”. Y eso es, en su opinión, lo que propagan los medios repartiendo carnaza a nuestra “sociedad bulímica” (una brillante metáfora, por cierto).

Habría que replantear la reputación que padece el morbo obsceno en nuestra sociedad. Si convenimos con Catela en que la “oscura fascinación” por ciertos temas es connatural al ser humano, y añadimos que el placer morboso que experimente uno no provoca sufrimiento en sus semejantes, deberíamos prescindir automáticamente de la gratuita distinción entre sentimientos sublimes y sentimientos depravados. Simplemente sentimos así, y condenar lo que no hace daño a nadie es un juicio moralista unilateral y desinformado.

De hecho, el mecanismo fisiológico que comporta la sensación morbosa es idéntico al que nos inspira el placer estético, el amor platónico o la compasión. No se trata de una “extraña mezcolanza de carne y alma” ni de ningún tipo de “fragilidad”, sino de un cerebro que ordena segregar hormonas que nos hacen sentir. Pulsiones dulces, humanas, eventualmente creadoras. Aprovechando nuestra capacidad de sentir morbo, se puede rodar una película infumable de serie B, pero también se puede hacer Psicosis.

La realidad, aun parcial y construida desde la cámara, no necesita aliciente estético para merecer ser observada con voracidad. Se justifica por sí misma; hay que verla, conocerla, experimentarla sin restricción alguna. Pero en ella, análogamente a la ficción cinematográfica, el placer obsceno más o menos consciente no excluye que quien se ponga a ver las noticias de la guerra experimente otras sensaciones. En vez de emoción artística, quizá sean indignación, solidaridad, rebeldía. Y son éstas las pulsiones que pueden impulsar a la gente a la empatía y a la acción, no la asepsia asexuada de quien se niega a mirar.



 

Referencias y contextualización

El “debate en la red” es una sección que la edición nacional de El Mundo publica los domingos tras someter a los visitantes de elmundo.es a una pregunta a la que se puede responder afirmativa o negativamente. La encuesta se mantiene abierta desde el jueves, y el domingo se publican los resultados junto a sendos artículos a cargo de diferentes firmas que respaldan cada una de las dos posibles opciones. La pregunta de esta semana era: “¿Está de acuerdo con que los medios muestren las imágenes más cruentas de las víctimas de la guerra?”, e Isidro Catela escribió la pieza que argumentaba la respuesta negativa.

 

 

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