9 mayo 2001
13 de mayo
 

Por si el Santo Patrono escucha a sus súbditos ateos, aquí elevo a su intercesión mi plegaria del 13 de mayo, que, como bien se sabe, este año no será el día de San Pedro Regalado sino el de las elecciones vascas.

Para que los abertzales empiecen a cuestionar su dogma intocable de los dos bandos, las fuerzas de ocupación, el mito del gudari. Para que la izquierda vasca no siga inyectando en cada individuo la tiranía del proyecto colectivo, ensalzando un concepto como nación que pertenece a la superestructura, politizando los esquemas mentales como si en la vida no hubiera otra cosa. Para que vean que ya casi nadie cree que los muertos son agentes imperialistas y no personas como todos; que los extremismos ayudan a crear necesidades patrióticas pero, superado un punto, llegan a saturarlas.

Para que los nacionalistas democráticos entiendan que no pueden subordinar los derechos de nadie al caldo de cultivo que necesitan para subsistir en una cultura cosmopolita y dejen de fomentarlo con la educación, los medios y la Ertzaintza. Para que no apelen a la falsa ecuación vasco=nacionalista, basada en la Historia multinterpretable o en milagrosas esencias que han sobrevivido a la hibridación. Para que asuman que no tiene sentido reclamar la autodeterminación y a la vez llamar colonial a una de las dos opciones legítimas que implica.

Para que los no nacionalistas renuncien a vendernos su falacia nacionalista=terrorista, que la Constitución es lo que les une a todos, que valdrá con utilizar la fuerza. Para que no insistan en demostrar lo cabrones que son los otros y sepan que tienen sus razones, justificadas o no pero desde luego sinceras, y que hay dolor en las familias de los presos y su satanización sólo eterniza el odio. Para que no se escuden en el chantaje de ETA para negar el derecho que tiene cualquier colectivo a la autodeterminación.

Para que, en fin, cuando el 13 de mayo pase y no haya servido de nada, al menos contribuya a sacar de algún sitio al líder social con clase que Euskadi necesita, lejano a las mezquindades políticas, dispuesto a meterse en la piel de todos y a comprender que los conflictos no tienen culpables sino víctimas. Víctimas de una interacción perniciosa de comportamientos y circunstancias que se desconocen, de un proceso humanamente imprevisible que se nos ha ido de las manos.

 

 

 

Referencias y contextualización

El 13 de mayo de 2001, festividad de San Pedro Regalado, patrono de Valladolid, se iban a celebrar las decisivas elecciones autonómicas del País Vasco. A ellas concurrieron en clima de franca hermandad el PP de Jaime Mayor Oreja y el PSE de Nicolás Redondo Terreros. A pesar de algunos matices diferenciales, el constante goteo de muertos a manos de ETA entre los concejales de los dos grandes partidos constitucionalistas condujo a un enfrentamiento bipolarizado en la práctica entre nacionalistas y no nacionalistas. Tanto PP como PSE sostenían que, frente a la deriva soberanista del PNV, que en 1998 había firmado el Pacto de Estella con Eusko Alkartasuna y Euskal Herritarrok (partido heredero de Herri Batasuna), eran la Constitución y el Estatuto de Autonomía lo que les unía a todos, y acusaban al PNV de compartir fines con ETA. Los nacionalistas, por su parte, pretendían capitalizar su vasquismo y, aunque el eslógan de su candidato Juan José Ibarretxe era simplemente "Bai" ('Sí'), algunos de sus dirigentes instaban a los votantes a que no dejaran que los asuntos del País Vasco se decidieran en Madrid.

 

 

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