16 mayo 2001 |
Saber hablar |
La cita moralmente ineludible de las elecciones vascas (postdata: al final al PNV le sobraron 4 votos en Vizcaya para que el apoyo de IU y no sólo su abstención le resultara necesario y suficiente, el escenario político que seguramente mejor le hubiera venido a Euskadi ahora mismo) me distrajo la semana pasada del tema candente de la actualidad local, el del director de la guardería de Parquesol. Sobre él, mejor tarde que nunca, tenía ganas de proponer un par de ideas. Leo que Germán Rodera hizo las fotos a menores de dos años y medio (“cuando empezaban a hablar dejaban de interesarle”), y me parece obvio que el hecho de que los niños no podían tener asimiladas las palabras atracción sexual, abuso o intimidad ni las connotaciones que llevan implícitas en la sociedad actual muestra que carecen de sentido todos los temores que se han publicado estos días sobre posibles secuelas psíquicas o alteración en su desarrollo. Es más; si se confirma que en ningún caso hubo violencia física ni fines lucrativos, el daño causado por el pederasta ha sido la ofensa a los padres de los niños, o a éstos si, cuando crezcan, no se limitan a contemplar el ultraje a unos cuerpos en los que ya no se reconocen con irónica curiosidad. Es decir, la ofensa es a los que ya saben hablar el lenguaje de la sociedad. A los ojos de las víctimas, el “cariño excesivo” que denunciaban algunas madres por parte de Rodera no sería más repugnante ni psíquicamente más perjudicial que el cariño igualmente sincero de cualquiera de sus familiares. Nosotros, los adultos, ya sabemos hablar. Ya hemos aprendido que hay cosas que están bien y cosas que están mal. Ya somos capaces de llamar a un pedófilo pervertido, aberrante y degenerado. Palabras. Desvirtúan el único hecho objetivo: que en el cerebro del detenido la vida ha ido tallando lentamente, a través de las circunstancias que sean, unas determinadas tendencias sexuales que no coinciden con las que culturalmente se han impuesto como legítimas. Él las ha reprimido a medias y reconducido hacia el simple voyeurismo, aprovechándose, sí, de que su objeto no es capaz de hablar ni juzgar, pero tampoco de sufrir. Saber hablar, vaya trampa. Aprendemos a hablar y aprendemos lo que las cosas significan en sociedad. Entonces dejamos de saber pensar en libertad. Las convenciones se transforman en verdades universales. Y los niños no entienden nada.
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Referencias y contextualización Germán Rodera, director de la guardería Montessori 2, ubicada en el barrio vallisoletano de Parquesol, fue denunciado por una empleada de la tienda de fotografía en la que había revelado un carrete con fotos de niños desnudos. El escándalo en Valladolid fue el que cualquiera se puede imaginar, aunque no se confirmó que el acusado hubiera cometido ningún tipo de abuso sexual hacia los niños. Tampoco realizó ningún tipo de negocio con las fotografías, que declaró que eran para su consumo personal. Con motivo del juicio y condena de Rodera, ver "Mañana cumplo once años". |
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