19 julio 2000
A los mil ochocientos Ulises
 

 

A los mil ochocientos chicos y chicas a quienes las centésimas del expediente escolar se les están ahora mismo multiplicando por un millón. A los mil ochocientos alevines que apenas tantean la mayoría de edad y ya sufren la estupidez que rezuma la sociedad de adultos donde se van a integrar. A los mil ochocientos excursionistas para los que la Aurora de dedos de rosa se ha convertido en el instante en que Helios se sumergió y todos los caminos se llenaron de sombras. A los mil ochocientos Ulises que escucharon a lo lejos el dulce canto de las sirenas prometiendo todo el conocimiento del mundo, y se han hallado de repente encadenados al palo mayor.

A los mil ochocientos rebeldes que cuestionan el sentido de oxigenar la salida laboral de unas carreras estrangulando la de otras. A los mil ochocientos resignados que dan por supuesta la excusa de que no hay dinero, y no se plantean si tal axioma se refiere a una fecha anterior o posterior a la de la aprobación de los Presupuestos. A los mil ochocientos derrotados que se han cansado o han pasado de elevar baldías súplicas a las inertes cabezas de los muertos. A los mil ochocientos Ulises que le preguntarán estas vacaciones a Laertes por qué nadie tiene huevos para exigir que las compañías aéreas respeten su numerus clausus .

Pero también a los mil ochocientos valientes que serán capaces de salir de ésta y de muchas más. A los mil ochocientos lotófagos que cambiarán de perspectiva, que se consolarán, que se autosugestionarán, que se convencerán de lo que no eran, que se olvidarán de lo que eran, que se reinventarán y se enfrentarán a su propia odisea a pesar del polifemo monstruoso y ridículo de este sistema que sólo ve soluciones donde le aconseja la frente. A los mil ochocientos Ulises, los de múltiples senderos, los que se están lanzando a vivir.

Porque, en realidad, casi nada importa tanto como os dicen. Porque todavía estáis en la edad en que uno puede permitirse el lujo de imponerle un nombre a su destino. Porque en vuestro recuerdo no quedarán los lestrigones profesores de Matemáticas, sino el rojo vino de Circe, las aladas palabras de Penélope, la noche furtiva y silenciosa en que decidísteis descolgaros del caballo de madera, el día en que conocísteis las puertas del infierno.

Y sobre todo porque, a fin de cuentas, lo mejor y lo peor de vuestra vida sigue estando en las rodillas de los dioses.

 

 

 

Referencias y contextualización

Mil ochocientos de los estudiantes vallisoletanos que iban a ingresar en la Universidad al año siguiente no podrían cursar la carrera elegida en primer lugar entre sus preferencias por no alcanzar la nota de acceso impuesta por el llamado numerus clausus.

En la Odisea de Homero, el amanecer se describe frecuentemente como "la Aurora de dedos de rosa", el anochecer como "el instante en que Helios se sumergió y los caminos se llenaron de sombras", las oraciones pidiendo protección a los antepasados como "súplicas a las inertes cabezas de los muertos" (aquí las inertes cabezas son las de los funcionariales responsables académicos que han instituido el numerus clausus) y el porvenir, inescrutable para los humanos, se dice que está "en las rodillas de los dioses". "El de los múltiples senderos" es uno de los epítetos habituales de Ulises, quien, por otra parte, se hizo encadenar al mástil de su nave para no acudir al irresistible pero fatal canto de las sirenas que prometían todo el conocimiento del mundo, se pasó un año secuestrado a cuerpo de rey por la ninfa Circe en una isla rica en viñedos, sugirió la estrategia del caballo para ganar la guerra de Troya (esto no está en la Ilíada, pero sí hay una referencia en la Odisea) y llegó a estar ante la entrada del Hades. Laertes era su padre y Penélope su mujer; cuando Ulises la oye hablar se siente animado por sus "aladas palabras". Los lotófagos eran unos seres que, al comer el loto, se olvidaban automáticamente de su pasado; los lestrigones, una tribu de caníbales.

Este verano y el anterior se sucedieron los incidentes en los aeropuertos con motivo del overbooking, o venta anticipada de billetes por encima de la capacidad de los aviones.

 

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