13 junio 2007
Arena
 

 

Educarnos levantando castillos de arena en la playa, bajo la mirada vigilante de nuestros padres y con una indiferencia casi insolente hacia los hombres y mujeres que pasean y hacia la vaga profecía de que unos y otras prefiguran lo que algún día llegaremos a ser y desear. Ir descifrando a través de la experiencia, de los intentos y los errores, las reacciones de la materia, aprendiendo los trucos para moldearla, apelmazarla, dominarla. Echarnos una llorada la primera vez que comprobamos que la marea es insensible a nuestros méritos y esfuerzos, o que entre los otros niños siempre hay un cabrón dispuesto a pisotear nuestra ilusión por un cruel instinto que al principio atribuimos a una genérica maldad y poco después comprendemos que responde al vano y efímero placer de sentirse poderoso y superior.

Decidir un día que queremos convertir aquellos juegos infantiles en la obra de nuestra vida, en el sentido de la breve semana que se nos ha concedido de plazo. Escuchar la música que interpreta el mundo para luego procesarla, reelaborarla y mostrar a los demás lo que nos inspira, en una torpe fotosíntesis que en el fondo no consiste más que en transformar la riqueza inmensa que alberga la atmósfera en vulgar clorofila con la  que otros se cepillen los dientes. Levantar una masa compacta y endurecerla con una capa de cola para que resista los embates del entorno, mientras miramos al cielo implorando que, por favor, no nos envíe una tormenta devastadora ante la que ni siquiera nuestras prevenciones más sabias podrán evitar que todo se desmorone.

Disfrutar cada vez que un transeúnte se aproxima y un relámpago de emoción o admiración en su interior le ilumina una sonrisa en la cara. Reprimir la tristeza y el miedo cuando nos toque ver hundirse a alguna de las figuras que tenemos cerca, las que nos alivian la soledad de la noche y sentimos semejantes porque nos consta que están hechas de la misma pasta que nosotros. Ganarle unos metros al tiempo, confiar en que “ningún vándalo se adelante”, esperar a que el día que señale el calendario nos desmantelen “de una forma muy especial” y fantasear con que dejaremos un polvillo evanescente y un recuerdo agradable los días inmediatamente posteriores a la clausura, o a lo sumo una sucinta reseña en los periódicos por si a algún historiador del futuro se le antoja visitar la hemeroteca.

Hacer esculturas de arena. No nos ha sido dado aspirar a otra cosa.

 

 

Referencias y contextualización

El fin de semana se había celebrado en Valladolid el VI Encuentro de Maestros Escultores de Arena, dedicado en esta edición a la música y lo que inspiraba en los artistas. El alcalde Javier León de la Riva afirmó el domingo, tras conocerse la resolución del certamen, que las obras permanecerían en la Plaza Mayor hasta el fin de semana siguiente, cuando se destruirían "de una forma muy especial, a no ser que algún vándalo lo haga antes". Para asegurar que se van a tener en pie, estas esculturas se realizan a base de arena compacta y luego se recubren de una capa de cola.

 

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