El basamento más fiable para construir un consenso político no es la buena voluntad de los agentes, sino su coincidencia de intereses. Aparte de la estética, no hay ninguna otra necesidad de que los partidos vayan juntos de la manita y, por la propia mecánica de la democracia, lo que suelen hacer es sobreinterpretar sus desencuentros para así diferenciar sus ofertas, movilizar a su electorado y, si la coyuntura lo permite, aislar al rival directo. Pero, ya sea por torpeza estratégica o porque la única razón de ser del gudari es resistir en solitario, ETA ha logrado que los intereses de todas las fuerzas políticas y sociales confluyan contra ella. Por eso, la unidad o el “amplio acuerdo” entre ellas que Juan Vicente Herrera le reclamaba ayer a Zapatero tiene, por primera vez desde 2002, ciertos visos de hacerse realidad.

Debió formalizarse ya en enero, tras el atentado de Barajas, pero es bien sabido que las relaciones sentimentales duran siempre un poco más de lo que debieran, y a Zapatero le ha costado desprenderse de su apuesta más personal; una renuncia que, además, habría implicado darle la razón al PP. Sin embargo, por si la reconvención del 27-M no se bastaba para hacerle cambiar de táctica, anoche sonaron las doce, ETA le dio definitivamente calabazas y al presidente no le queda otra que ponerle a su cuento de hadas el colorín colorado.

En estas circunstancias, lo único que podría amenazar el consenso es que el PP pretendiera convertirlo en una adhesión de los demás a sus tesis, que, en palabras de Herrera similares a las de Rajoy, consisten en rechazar la negociación y los atajos y postular la Ley de Partidos y el Pacto Antiterrorista. De que ya no ha lugar para la primera no puede dudar ni el propio Zapatero, pero, en cambio, actores cuyo comportamiento está siendo irreprochable como el PNV de Imaz y la Nafarroa Bai de Zabaleta consideran que el empeño en ilegalizar como sea las formaciones abertzales es precisamente un “atajo” (a veces califican la Ley de Partidos como "GAL jurídico") . Y cualquier Pacto Antiterrorista tendrá que incluir a los nacionalistas sensatos si aspira a aislar a los violentos y no a provocar otro Pacto de Estella o a lanzar al PNV en pos de su electorado con un Plan Ibarretxe II.

Por suerte, el PP ya empieza a verse con posibilidades de ganar en 2008, y, en consecuencia, tampoco le queda otra que dejar de rentabilizar la soledad y ponerse a cultivar la amistad de los nacionalismos civilizados con los que tendrá que pactar para gobernar. Esa moderación, derivada naturalmente de su propio interés, es, tras el fin oficial del alto el fuego, el elemento que falta para cerrar el consenso contra ETA.

 

 

Referencias y contextualización

La madrugada del lunes 4 al martes 5, ETA anunció a través de un comunicado enviado a los periódicos abertzales Berria y Gara que a las doce de la noche del miércoles daría por finalizado el alto el fuego permanente que comprometió en marzo de 2006. El mismo martes, el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, siguiendo la línea de su partido, le pidió a José Luis Rodríguez Zapatero que abandonara definitivamente su propósito de dialogar con la banda, que promoviera la unidad o un "amplio acuerdo" entre las "fuerzas políticas y sociales" contra ella y que tratara de derrotarla "sin negociación ni atajos", aplicando la Ley de Partidos sobre la nueva formación abertzale ANV y restableciendo el Pacto Antiterrorista con el PP (ambos instrumentos fueron suscritos en 2002).

Aunque varios artículos de 2005 y 2006 como "Concesiones, terreno perdido y traición a los muertos", "Las víctimas de mañana", el irónico "Con asesinos no, gracias", "Los precios políticos" y "Herrera, la lealtad y la relación de fuerzas" se muestran favorables a dialogar con ETA, en "A otra cosa (simplemente)", publicado en enero inmediatamente después del atentado de ETA en la terminal T-4 del Aeropuerto de Barajas, ya se defiende la necesidad de un cambio de estrategia. Las elecciones del 27-M se comentan en "Primer aviso".