6 junio 2000
Capital y colonia del cine
 

 

De corazón. Ojalá se muestre viable como iniciativa empresarial, porque como apuesta cultural es exactamente lo que necesitamos.

Hace un mes, acumulaba cábalas silenciosas sobre cómo afrontar la sangrante paradoja de que varias salas de cine se hubieran visto obligadas a cerrar en una ciudad que con tanto orgullo se proclama cinéfila (que alberga uno de los festivales más sinceramente estimados de Europa e incluso proyecta la construcción de un museo temático) y que, por otro lado, registra a día de hoy una oferta de títulos tan uniforme, tan mediocre y tan aburrida como la de cualquier otra colonia de los dramones fáciles, las comedietillas fáciles y las películas de hostias fáciles con que nos idiotiza Hollywood en los últimos tiempos. Me parecía que una aspiración municipal como la de convertirnos en foco ilustre del séptimo arte legitimaría el compromiso de las instituciones en conciertos por los que interviniera en la programación y eventual subvención de versiones originales y de todo tipo de filmografías representativas poco rentables en taquilla.

Ahora, la idea del Diario de Valladolid de regalar la entrada de los jueves contribuye a eliminar el decisivo lastre monetario para que de una vez el público se anime a descubrir otras cosas. Y se hace más urgente y necesaria que nunca una política ambiciosa y coordinada, en la programación cinematográfica y en otras actividades adyacentes como talleres y mesas redondas. La creación desde arriba de una atmósfera cinéfila real (que no tardaría en tirar de la demanda ya existente) es imprescindible si queremos que la privilegiada infraestructura de que disponemos sirva al proyecto de la “capital del cine”, y que éste no se quede en un escaparate político más, o en una estadística irrelevante como la de que tengamos más pantallas por habitante que ninguna otra ciudad en España.

Un ruego final a los conciudadanos de la capital del cine: dejémonos guiar. No imitemos a esos arrogantes subproductos de la democracia que juzgan que su opinión vale tanto como la de cualquiera, y desprecian por elitista el consejo de los críticos a la hora de elegir película, pero no el del fontanero a la de desatascar el lavabo. Hay pocas cosas más míseras que un cerebro en el que el criterio estético y sus estímulos forman un circuito cerrado que se realimenta una y otra vez y no es capaz de empujar su propio horizonte.

 

 

 

Referencias y contextualización

Valladolid es la sede de la Semana Internacional de Cine (SEMINCI), un festival anual que se celebra a finales de octubre y que es sin duda uno de los más reputados escaparates de cine independiente de calidad de España. Por él han pasado Atom Egoyan, Abbas Kiarostami, Ken Loach, Takeshi Kitano y otros directores indiscutibles a nivel mundial. En 2000 ya estaba prevista la construcción de un Museo del Cine con el que apuntalar esta pretendida vocación de ciudad cinéfila.

Por estas fechas, Diario de Valladolid puso en práctica una promoción consistente en regalar una entrada al cine todos los jueves, a través de un cupón recortable en sus páginas y canjeable en las taquillas.

 

 

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