12 junio 2002 |
Castilla y Cataluña: 500 años de antagonías |
El domingo se clausuró la exposición Cataluña, tierra de acogida, que, bajo el patrocinio de la Generalitat, ha tenido como objetivo confeso la mejora de la imagen de la región en el resto de España. A lo llamativo de que sus promotores consideren necesaria una campaña como ésta, se une en nuestro caso el puente entre dos comunidades cuya relación lleva 500 años configurándose en términos antagónicos, debido a una variopinta sucesión de esos azares históricos que luego los ideólogos de las tribus se ocupan de metamorfosear en identidades culturales. La nobleza castellana del siglo XVI ya pedía mano dura contra la falta de lealtad e implicación de los catalanes en los asuntos del Imperio, mientras las élites urbanas de Barcelona estaban atemorizadas por una eventual castellanización y supresión de sus fueros y constituciones. Las acusaciones desorbitadas de separatismo e imperialismo no han dejado de estar latentes nunca, heredándose de generación en generación como inercia justificatoria en ambos bandos. Paradójicamente, es en el siglo XVIII, bajo la misma dinastía que suprime los fueros en los Decretos de Nueva Planta, cuando Castilla y Cataluña encuentran su vínculo de convergencia y unión en el denuesto de la política ruinosa de los Austrias y la protección a la incipiente industria catalana. Desde entonces, la envidia castellana por la riqueza de Cataluña y la sospecha de que sus quejas provincialistas la otorgan un trato de favor en Madrid introducen un nuevo factor secular de desencuentro. La identidad catalana se construye en el XIX casi expresamente contra Castilla. Los catalanes se califican de democráticos, trabajadores y estéticos, frente a los rasgos de autoritarismo, ociosidad y embelesamiento metafísico que perciben en los castellanos. La conciencia regionalista castellana en el primer tercio del XX, por su parte, se autodefine por la asunción explícita de la españolidad frente al separatismo catalán; el único motivo de la reclamación de un Estatuto es no rezagarse respecto a otras regiones más vitales. Antagonías análogas, basadas en la dicotomía centralismo-periferia y la divergencia de intereses económicos, se reproducen respectivamente en el franquismo y en el Estado de las Autonomías. Nos venden que Castilla y Cataluña se necesitan mutuamente en el proyecto común; en realidad, las dos necesitan a la otra para seguir creyéndose ellas mismas.
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Referencias y contextualización La Generalitat de Catalunya promovió en 2002 una exposición que recorrería las diferentes regiones españolas titulada Cataluña, tierra de acogida. Según los propios organizadores, su objetivo era mejorar la imagen de Cataluña en el resto de España. El 9 de junio se clausuró su permanencia en Valladolid. |
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