30 enero 2002
Comunidad imaginada
 

 

Ernest Renan decía que la esencia de una nación está en que todos los individuos tengan muchas cosas en común y también en que todos hayan olvidado muchas cosas. El historiador norteamericano Benedict Anderson sugiere en su libro Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo que donde se aplica el olvido es sobre aquellos datos del pasado que muestran que lo que hoy tenemos por identidad colectiva y unidad de destino en lo universal, hubo un día que no fue sino un combate entre enemigos con nada en común. Para tapar los agujeros que deja el difícil ensamblaje del olvido con la necesidad de justificar el grupo es para lo que emerge la narración de la Historia.

A partir del curso que viene, los alumnos castellanos y leoneses de la ESO estudiarán temas propios de la Comunidad, como la flora, la fauna y los deportes autóctonos (¿el juego de los tazos era de aquí o tampoco?), los escritores que escribieron en esta región antes de que se inventase el mismísimo concepto de región, e incluso el hombre de Atapuerca, a quien, aunque de todos es conocido que hablaba un español muy correcto, seguramente eso de “Castilla y León” le hubiera parecido un descarado ejemplo de dislexia.

No se puede culpar a la Junta. Se trata del 35% del temario que le corresponde determinar a cada autonomía y, naturalmente, todas aprovechan la oportunidad única que se les ofrece para estudiarse a sí mismas en lugar de a las demás. De todas formas, nosotros no caeremos en “particularismos excluyentes”, que es la expresión que se ha puesto de moda para calificar a los que ponen pegas a ser incluidos, y “miraremos de cerca lo que hagan otras comunidades”, algo que por otra parte es una oportuna muestra de cortesía hacia las regiones que encabezan todas las campañas de descentralización; las que verdaderamente querían ser autónomas y, por aquello de no hacer diferencias entre los hijos, motivaron de rebote el nacimiento de Castilla y León.

Por supuesto, este detalle no aparecerá en el programa. Los azares, las causas, las menudencias siempre quedan atrás. Es hora de inventarnos, de narrar la entidad eterna Castilla y León. Hora de hacer patria con las mismas tonterías mitológicas con que la han hecho catalanes, vascos, españoles, franceses o americanos. Hora de adquirir de una vez por todas conciencia de Comunidad... imaginada.

 

 

 

Referencias y contextualización

El historiador francés Ernest Renan (1823-1892) es uno de los ideólogos clásicos del nacionalismo decimonónico. A su entender, las naciones son la unión voluntaria de unos individuos con un proyecto común, al cuál están dispuestos a sacrificar sus particularidades y las disensiones internas. Por el contrario, el norteamericano Benedict Anderson, desde una perspectiva postmoderna, se fija en esas discontinuidades para afirmar que las naciones son una construcción mental imaginativa que tiene que obviar las evidencias que contradicen la identidad común. "Unidad de destino en lo universal" es lo que el régimen franquista sostenía que emparentaba a las diversas gentes y regiones de España.

El Gobierno central acababa de aprobar que cada comunidad autónoma escogiera a su gusto el 35% del temario que se impartiría en la ESO (enseñanza secundaria), para satisfacer las reivindicaciones catalanas y vascas, cuya interpretación de las identidades colectivas es diferente a la dominante en los libros de texto de cobertura estatal. La Junta de Castilla y León, en la misma línea, había anunciado que emplearía ese 35% para potenciar el estudio de las particularidades especíricas de la región, sin caer en particularismos excluyentes (el calificativo que se solía emplear para criticar al nacionalismo vasco) pero mirando de cerca lo que hicieran otras comunidades (en clara alusión a Cataluña y Euskadi).

 

 

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