23 enero 2002 |
Lukács y 'Operación Triunfo' |
En estos tiempos de ultraespecialización y estrechez de miras en el campo académico, es una sorpresa especialmente reconfortante encontrarse de pronto con un cerebro lúcido capaz de aunar sin el menor menoscabo una solvente interpretación sociopolítica con la más rigurosa teoría del arte, y mucho más descubrir que semejante talento es un paisano de esta tierra. El audaz análisis que propuso la semana pasada el sabio soriano Juan José Lukács, comparando la ilusión y la esperanza que generará entre los españoles el próximo Congreso del PP con las que destila semana tras semana ese estandarte de la vanguardia que es Operación Triunfo, probablemente haya pasado ya al restringido acervo de las grandes filosofías estructurales de nuestra era. La formulación de Lukács es rica, nítida, asombrosamente certera. Sugiere con eficacia la imagen de un grupo de pimpollos simplones, blandengues y un tanto escandalosos sobreinterpretando entusiasmo y docilidad para aprovechar su oportunidad de salir de la nada y dar el salto a la fama y el dinero fácil. Las Nuevas Generaciones de cantantes acuden a una escuela en la que aprenden a regalar los oídos del electorado diciendo que son un público maravilloso y que se lo han hecho pasar tope guay, aceptan sin pestañear las reprimendas humillantes que sus superiores les echan delante de toda España y ensayan con denuedo hasta que aniquilan su creatividad y logran cantar exactamente en el mismo microtono que les indica el gran maestro. En esta línea interpretativa, el maestro, en Lukács, aparece feo, bajito y carente de carisma. Hace años, en Europa no le daban más que unos pocos puntos, pero desde el principio se topó con que sus alumnos agachaban la cabeza y reverenciaban todo lo que hacía, en un intento descaradamente premeditado de dar credibilidad a la academia, y ahora se ha vuelto una especie de filósofo de la canción, que se pone todo envarado y petulante a soltar consejos puntillosos y sentencias insustanciales, obliga a sus pupilos aventajados a decir que se quieren para que no parezca que están compitiendo en un concurso, e incluso ha empezado a plantearse la posibilidad de que todos los programas de la tele tengan que durar por ley lo mismo que el suyo. Un análisis demoledor. Ni que decir tiene que sus admiradores esperamos con fervor el próximo bombazo que el gran Lukács publique en Madrid.
|
Referencias y contextualización Georg Lukács, filósofo marxista húngaro (1885-1971), escribió en 1923 Historia y conciencia de clase, un tratado en el que desarrollaba principios estéticos y de crítica literaria dentro de un análisis estructural de lucha de clases. Juan José Lucas, soriano, ministro de Presidencia del Gobierno de Aznar y antiguo presidente de la Junta de Castilla y León, comparó la ilusión que provocaría en los españoles el próximo congreso del Partido Popular con la que estaba generando el exitoso programa de televisión Operación Triunfo, en el que un grupo de jóvenes aspirantes a cantantes practicaba semana a semana en una academia bajo los auspicios y los consejos de Nina, la presentadora-maestra que años atrás había representado sin pena ni gloria a España en el Festival de Eurovisión y que, hasta recalar en Operación Triunfo, había llevado una carrera profesional bastante desconocida. Los televidentes decidían mediante votación qué concursantes eran eliminados y cuáles seguían su andadura en el programa. Nuevas Generaciones es el nombre oficial de las juventudes del PP. Por estas fechas, ya se había planteado el debate y la quiniela sobre la sucesión de Aznar de cara a las elecciones de 2004. Aznar, de quien antes de 1996 se decía que tenía poco carisma y que carecía de la influencia internacional de Felipe González, había sido en seguida ensalzado por las figuras señeras del PP como el líder indiscutible del partido (incluso cuando reprendía a algún ministro), pero desde el principio anunció que no estaría al frente del Gobierno más de dos legislaturas y, convencido de lo beneficioso de su iniciativa para evitar el anquilosamiento y la creación de intereses en torno al poder, había sopesado la posibilidad de convertir su iniciativa en ley. El PP trataba de controlar la posible rivalidad que pudiera crearse entre los candidatos mejor colocados, Mariano Rajoy, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja. |
|