22 noviembre 2000
Con minúscula
 

 

Supongo que hoy no puedo hablar de otra cosa. Escribo a la vuelta de la proyección que la Asociación Ddooss ha ofrecido en la Facultad de Derecho con motivo del aniversario de la muerte de Franco. Como otras iniciativas de Ddooss, creo que ésta ha sido una buena idea.

Da un poco de vértigo especular sobre una figura histórica a cuyo perfil uno sólo puede acercarse a base de leer entre líneas y destilar el marasmo de testimonios encontrados. A un lado, la dolida protesta de los que por edad e inadaptación al nuevo paradigma social se ven forzados a tirar de la nostalgia; al otro, la añoranza equivalente de la perdida juventud, guerrillera y heroica; en el medio, la acomodación visual de los que con mayor o menor artificio descubren latente en su pasado el fervor democrático que nunca sacaron a relucir. Tres modalidades de aquello que decía Nietzsche de que el hombre se pasa la segunda mitad de su existencia intentando vivir de acuerdo con lo que hizo en la primera.

A mí, Franco me resulta más creíble como un honrado fanático, engreído de mesianismo y poder, que como un Cabrón con mayúscula. Paradójico, cuando él entendió todo en clave de palabras con mayúscula. Nunca aprendió el lenguaje con el que uno razona para indultarle. Unamuno dijo de él que no había nada peor que reunir la mentalidad católica y la castrense. Dos discursos construidos a base de dogmas. Patria y Dios, Valor y Verdad. Ocurrencias del hombre, resultados del azar histórico que nunca deberían haber pasado de la categoría de contingencias. Una vez se convierten en palabras con mayúscula, es coherente que se fusilen rojos, que se permita un desierto cultural del que apenas hemos empezado a recuperarnos o que se instaure una moral que no sabe si causar lástima, sonrojo o espanto.

El mayor regalo de la Transición es haber recuperado al individuo aplastado por las mayúsculas. ¿A quién se lo debemos? Creo que es obvio que a la buena suerte, y en menor medida a los que la lideraron, política o intelectualmente. Abandonemos el tópico del éxito de todos los españoles, que hemos asistido tan pasivamente a un régimen como al otro. Una suave inercia sin sangre. Alguno diría que fue un cambio tan light que el sistema sigue siendo el mismo. Haciendo realpolitik, lo contrario nos habría llevado de nuevo al aislamiento. Y también Revolución es una palabra que debe escribirse con minúscula.

 

 

Referencias y contextualización

El lunes 20 de noviembre de 2000, con motivo del 25º aniversario de la muerte de Francisco Franco, la Asociación cultural vallisoletana DDOOSS, Amigos del Arte y la Cultura, proyectó un reportaje en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho.

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal