21 mayo 2003 |
Desmitificación del voto
en blanco |
Tenemos que participar, implicarnos, ejercer nuestro derecho al voto; ser protagonistas de esta nueva fiesta de la democracia y apoyar al candidato favorito de cada uno en las elecciones municipales, las autonómicas y el Festival de Eurovisión. En éste último, adelanto que mi corazón estará con Rusia, con las chicas de Tatu, canten lo que canten y con la única condición de que se monten el numerito en el escenario siempre apergaminado y kitsch del concurso itinerante. Respecto a los otros festivales, los que a estas alturas ya no tienen ni morbo, me reservo mi decisión; no por timidez, ni por dignidad profesional, sino porque difícilmente servirá de ejemplo edificante a nadie el criterio de un hamletiano que el domingo habrá votado a tres partidos distintos desde 1996 (pista: ninguno de ellos regionalista). Cómodo en esta imagen ambigua que hace que mis amigos americanos me llamen “comunista” y los de Alternativa Universitaria “independiente” con un sospechoso retintín, me limitaré a propugnar la participación, como hacen todos los partidos les convenga o no que la gente vote en masa. Nada de abstención ni voto en blanco, que en realidad es lo mismo aunque el segundo tenga esa vitola de rebeldía contra el sistema. Simbólicamente puede ser desengañado y contestatario, y los que utilizan esta opción jamás son unos frívolos (trátese de imaginar a una quinceañera con un gusto musical refinado tomándose la molestia de llamar a TVE para votar en blanco), pero en la práctica es absurdo. No lo sería si el porcentaje de votos en blanco se trasladase realmente a las Cortes, y los escaños correspondientes se llenaran con ovejas, o gallinas, que dieran un poco de vidilla al hemiciclo y de paso balaran o cloquearan el desprecio de los escépticos a la clase política. Lamentablemente, tal posibilidad no está contemplada y, con Ley D’Hondt o sin ella, con representación proporcional o mayoritaria, la renuncia al voto deja los porcentajes idénticos a como estaban antes de que llegara tu turno. Si el partido A tenía un 40% de los sufragios, el partido B un 30 y el partido C un 20, así seguirán tras una abstención o voto en blanco. Y sólo habría otra forma de producir ese efecto matemático: la hipotética oportunidad de dividir el voto y conceder un 40% del mismo al partido A, un 30 al partido B y un 20 al partido C. Indirectamente eso es lo que está haciendo un ciudadano que no se decanta por una de las listas. Si esa distribución es lo que más se aproxima al ideario político de uno, que se abstenga o vote en blanco; si no, no nos queda más remedio que elegir la opción que nos parezca menos mala.
|
Referencias y contextualización El sábado 24 de mayo, un día antes de las elecciones autonómicas y municipales, se iba a celebrar el Festival de Eurovisión. Esta edición iba a ser la primera en la que las puntuaciones otorgadas por la delegación española (igual que las de muchos otros países) dependerían únicamente del voto telefónico de los telespectadores. Uno de los favoritos para esta ocasión era el dúo ruso Tatu, compuesto por dos chicas adolescentes que ya había grabado un disco de gran éxito en Europa y que en sus videoclips, entrevistas y actuaciones en directo solían montar un provocativo espectáculo explícitamente lésbico. Alternativa Universitaria es el sindicato estudiantil mayoritario en la Universidad de Valladolid. Su ideología es marcadamente de izquierdas.
|
|