28 mayo 2003 |
Después del 25-M |
Al final resultó que la fidelidad y el conservadurismo de los vallisoletanos y los castellanoleoneses estaban literalmente forjados a prueba de bombas. Bueno, es legítima la postura de quienes hayan juzgado que en unas elecciones autonómicas y municipales no tenía que intervenir el factor Irak y aprueben la gestión de Herrera y León de la Riva; no porque debamos prescindir de la escala de valores de nuestros candidatos, la que les hace apoyar o condenar una guerra, sino porque no sabemos si tales valores quedaron silenciados bajo esa disciplina de partido que es un vicio de la democracia y no sólo del PP. Aunque hubo quienes sí encontraron coraje y espacio para salirse del molde. En fin… También es lícita la visión inversa, la de los que consideraban estas elecciones un anticipo de las generales y han votado a sus siglas predilectas para allanarlas el camino de La Moncloa; la proporción casi idéntica de votos respecto a 1999 hace sospechar que esta inercia ha sido, como siempre, la que ha guiado el voto de la mayoría. Vamos, que las legislaturas podrían durar veinte años en vez de cuatro, que, mientras no hubiera GAL, mangoneo de fondos reservados ni, en nuestro caso, trasvase del Duero, daría prácticamente igual. Sea como sea, por gestión eficaz o por inercia, por torpeza de la oposición o ninguneo de ésta en los medios, se hayan equivocado o no los ciudadanos (en todo caso es saludable que José Luis Conde se atreva a dudar de la premisa pazguata de que “el votante siempre tiene razón”), el PP seguirá cuatro años más en el Ayuntamiento y la Junta. En Valladolid, es imprescindible que los indudables aciertos urbanísticos y turísticos y la llegada del AVE se acompañen de una oferta consistente de viviendas subvencionadas. También que nuestros ediles se den cuenta de que, como apuntaba mi siempre sagaz y pertinente compañero de página Luis Díaz Viana, promover la cultura no es sólo construir museos. La cultura (lo señalaron Enrique Gavilán y Fernando Urdiales el Día del Teatro) tiene que ser activa, moderna y creadora, un interrogante en las conciencias, y no meramente monumentalista y conmemorativa. Y los juegos malabares, como el concurso de pinchos, son un interesante reclamo para que la gente salga a la calle y disfrute de su ciudad (uno de los objetivos confesos de Javier León), pero yo tampoco me atrevería a situarlos en el capítulo de “cultura”.
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Referencias y contextualización El PP ganó las elecciones regionales y municipales del 25 de mayo, y Juan Vicente Herrera y Javier León de la Riva siguieron al frente de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento de Valladolid, respectivamente. Contra lo que algunos preveían, el apoyo del PP nacional a la guerra de Irak no había pasado factura a sus candidatos locales más que en escasos puntos como Aragón, debido al trasvase del agua de la desembocadura del Ebro a zonas más sujetas a la sequía como Valencia, Alicante y Murcia que había aprobado el Gobierno pese a las protestas de la población aragonesa. El PSOE de Castilla y León se quejó del ninguneo que sufría por parte de las televisiones autonómicas como una de las razones de su fracaso electoral, aunque dentro del propio partido ya se habían producido críticas a la gestión de su candidato Ángel Villalba. El alcalde de Valladolid había presentado como uno de sus logros la apuesta por la cultura con la inauguración del Museo de la Ciencia y el de Arte Contemporáneo, y el festival del Teatro de Calle, que en esta edición había tenido mucho más de espectáculo circense y de malabarismo que de verdadero teatro. Luis Díaz Viana es articulista de Diario de Valladolid, encargado de la columna "Zoom" los miércoles. Enrique Gavilán es profesor de Teoría de la Historia de la Universidad de Valladolid (ver "Dirige Enrique Gavilán"). Fernando Urdiales es el director de la compañía de teatro vallisoletana Corsario.
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