8 agosto 2007 |
Diálogos de sordos |
No sé si la Universidad de Valladolid es consciente del lío en el que se está metiendo con su loable iniciativa de introducir este curso un máster de lengua de señas. Me apuesto un tímpano a que, en cuanto se enteren, los dirigentes de la Conferencia Nacional de Sordos Españoles (CNSE) van echarle al rector una bronca gestual que van a retumbar las paredes de la docta casa. La CNSE no tolera para su código otro nombre que el de lengua de signos. Naturalmente, es mucho más correcto el que ha escogido la UVA, para distinguirlo de lo que en definitiva son todas las lenguas: sistemas formados por fonemas, letras, morfemas y palabras, habladas o escritas. Es decir, por signos que representan un significado por convención. Pero la CNSE no atiende a razones ni a semióticas, y le ha impuesto al propio Gobierno que la norma que obliga a las Administraciones a disponer de personal que pueda comunicarse con los sordos se intitule Ley de la Lengua de Signos y la Comunicación Oral. Lo de comunicación oral quizá suene aún más disparatado, pero en este caso tiene sentido. Pese a lo que uno se podría suponer, los sordos no combaten sus limitaciones hablando con una sola voz y un solo gesto desde una única asociación que defienda sus derechos e intereses; hay dos, la CNSE y la Confederación Española de Familias de Personas Sordas, Fiapas para los amigos. Y se llevan a muerte. El motivo de la escisión es delirante. Mientras Fiapas defiende los implantes cocleares con los que se comunican la mayor parte de los sordos, que no son mudos y cuya pérdida de oído suele ser parcial, los dirigentes de la CNSE se niegan terminantemente a utilizarlos y a expresarse oralmente, aunque así limiten su comunicación con el resto del mundo. Encastillados en una malhumorada revancha, replican que la sordera no es una discapacidad sino una cultura diferente, y lo que llaman lengua de signos su modo de expresión natural, por lo que los poderes públicos tienen la obligación de garantizar que puedan emplearla en todo momento. Esta mentalidad sería interesante si deparara un pensamiento original, provechosa como autosugestión para enfrentarse a la adversidad, o si acaso un poco ridícula pero inofensiva, como la de esas feministas que se rebotan contra las píldoras que reducen las menstruaciones porque estiman que éstas son la esencia de la mujer. Pero sucede que estos sordos también les niegan el audífono a los hijos que han heredado su discapacidad, condenándolos a vivir en un gueto. Hasta donde yo conozco, tampoco aquí ha habido forma de hacer a la CNSE entrar en razón.
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Referencias y contextualización La Universidad de Valladolid anunció en junio que en el curso 2007-2008 organizaría el I Máster de Lengua de Señas. |
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