21 agosto 2002 |
Duelo en el mar |
Llegó a Valladolid la campaña contra los discos piratas. Este fin de semana, tres ecuatorianos han sido detenidos en Peñafiel y Laguna con más de 400 potenciales alimentos para mi loro. Prrrr! Capitán, capitán: sí, ya sé que hay un opulento imperio que se juega millones de ducados como para que ustedes, los de las patrullas costeras, se pongan el parche en el ojo ante las falsificaciones. También que detrás de los esforzados bucaneros que ofrecen las mercancías en los puertos hay una patente de corso otorgada por una mafia oculta de infieles que se forran en alguna pérfida albión. Pero, qué quiere que le diga, yo soy un marinero curtido que bebe ron, y no me gusta que me vendan agua dulce. Las compañías discográficas, después de años abusando de la sinrazón adolescente, teledirigiendo su demanda a través de los 40 Principales y clavándoles un pastón por una materia prima muy barata, un par de canciones pegadizas y ocho de relleno (todas ellas consideradas, al parecer, propiedad intelectual), ahora pretenden salir de la red de pesca en que se han metido ellas solas apelando a los derechos de autor. Naturalmente, hay que distinguir entre las organizaciones que reduplican discos a gran escala y con ánimo de lucro y los particulares que ocasionalmente se bajan (nos bajamos) canciones puntuales de Internet. Pero las empresas discográficas pretenden neutralizar los dos fenómenos de golpe, y hasta organizan galas contra la piratería en las que sus cantantes dan la sensación de actuar para salvar a las ballenas. Si la producción musical se promociona y se compra pensando en singles, es natural que se venda por singles y no por agrupaciones de éstos sin el menor vínculo entre sí. Y, si quisieran, los artistas (por llamarles de algún modo) podrían vender sus derechos de igual modo a las compañías tradicionales que a las páginas web tipo Napster, Audiogalaxy, Kazaa, etc., las cuáles los pagarán con los ingresos recibidos por los banners publicitarios. Llegados a este punto, el pleito se reduce a un duelo entre empresas discográficas y empresas de telecomunicaciones, que se disputan el mercado por pura ley de la oferta y la demanda, de la misma forma que en su momento se lo disputaron los gremios artesanales y los primeros industriales capitalistas. Y, francamente, si el mar del librecambio se traga a unas multinacionales que llevan décadas explotando sus tesoros, yo desde luego no movería un dedo jurídico por reflotarlas.
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Referencias y contextualización Entre el 17 y el 18 de agosto, tres ecuatorianos fueron detenidos en las localidades vallisoletanas de Pañafiel y Laguna de Duero con 40 discos pirateados dispuestos para ser vendidos. Las grandes empresas distribuidoras de música comercial recordaban frecuentemente que detrás de los humildes vendedores a los que se detenía en las ciudades con los discos piratas, había una poderosa mafia que se enriquecía a costa de unas y de otros.
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