14 agosto 2002 |
El retorno del orgullo patrio |
El sábado, después de vibrar con la recta final de Marta Domínguez, pensé que otra como ésa y me acababa volviendo patriota. Pero no. Se quedó todo en subidón hormonal. Afortunadamente para mi decencia intelectual, la cobertura descaradamente explícita que los medios de comunicación hicieron del Campeonato de Europa de Atletismo me previno justo a tiempo de caer en la trampa mortal. Desde hace ya varios años, el Gobierno, para delicia de muchos, se ha propuesto acometer la ingente tarea de devolver a España su orgullo nacional, tanto tiempo incómodo de ostentar por su vinculación a regímenes pretéritos de los que hoy en día nadie parece querer hacerse responsable. Aparte de coherente con sus ideas, encuentro oportuno que el PP deslinde patriotismo y franquismo, dos conceptos cuya relación es meramente coyuntural y no lógica. Ya lo han dicho o insinuado todos los cruzados de la misión, pero es verdad: se puede perfectamente ser patriota sin ser facha. El único problema es que ser patriota (español, americano o vasco; es lo mismo) es una cosa aproximadamente tan ridícula como ser facha. La potencia que cada una de esas dos categorías contiene por separado es tan formidable que no se necesitan mutuamente para alcanzar sin apuros la plena estulticia. Y a mí empiezan a resultarme hostiles tantos cánticos onánicos a lo buenos que somos en todo, a lo que nos respetan ya en Europa, al señorío del Real Madrid o a lo bien que se come en España. De la Guerra del Perejil prefiero no hablar, que se me corre la tinta de risa. Los periódicos y los telediarios se llenan de coletillas patrióticas que te saltan a los ojos cuando menos te lo esperas. Algunas pueden tener relación con la construcción de la imagen de Aznar como gran líder internacional, el cuál es un objetivo pragmático y material y por lo tanto perfectamente noble. Pero otras muchas se engarzan en la metafísica del sentimiento de grupo; en la tradicional paranoia de considerar como propios los triunfos y fracasos de una construcción mental que se ha nutrido únicamente de azares, que incluye y excluye sin más criterios que el territorio y la lengua y que tiene una existencia independiente de cualquiera de sus ciudadanos. Frente al nuevo orgullo patrio, frente a la reivindicación que tanto tiempo sentimos que llevábamos sin hacer, yo me quedo con la elegancia de la ironía y la autocrítica. Por cierto, disfruté mucho con las medallas.
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Referencias y contextualización La atleta palentina Marta Domínguez consiguió la medalla de oro en los Campeonatos de Europa al aire libre en 2002, en la prueba de 5.000m, tras una impresionante remontada en la recta final. El 17 de julio de 2002, un comando de élite del Ejército español recuperó sin disparar un solo tiro el insignificante islote del Perejil, que había sido ocupado días antes por un destacamento marroquí. |
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