17 diciembre 2003 |
El As de canicas |
Semana de alto el fuego entre dos sangrientas campañas militares, conocidas por los nombres de Operación Retorno y Operación Salida. Pero, para nuestra desgracia, en esta guerra nos está vedado aliviar la angustia del goteo de muertos con una glamourosa rueda de prensa en la que el director de Tráfico anuncie solemnemente “Ladies and gentlemen: we got him”, y los pelotas infames de los periodistas puedan prorrumpir en una salva de aplausos encandilados. Al siniestro personaje que coordina la resistencia contra los despliegues vacacionales no le hace falta dejarse barba ni esconderse en zulos para salir indemne de las acometidas de la autoridad, y sus lugartenientes (lluvia, niebla, sueño, distracción humana, exceso de velocidad) son tan notorios y tan inaprehensibles que no dudan en pavonearse ante nuestra impotencia con las cartas boca arriba. Los servicios de Inteligencia nunca derrocarán la dictadura del Azar. Lo intentarán aumentando los efectivos policiales, diseñando truculentas campañas de imagen, estimulando las delaciones con jugosas multas y penas de cárcel. Pero nada. Por mucho que se empeñen, cada vez que al As de canicas se le ocurra meter unos cuantos coches bomba en la partida, la invasión turística cosechará otro puñado de víctimas. Diez arriba o diez abajo, eso es completamente irrelevante. La lógica es la de aquellos problemas de Física que decían: si A sale de tal sitio a la hora H con una velocidad X, y B sale de tal otro a la hora H1 con una velocidad Y, ¿en qué punto, en qué momento y con qué fuerza se encontrarán? Imaginemos un demonio de Laplace que conociera además las condiciones ambientales y el estado de las neuronas de todos los conductores al comenzar su viaje, y pudiera calcular cómo se van a ver afectadas las hormonas y los reflejos de cada uno durante la travesía; tendríamos el mapa completo de accidentes y muertos por anticipado. Aún no conocemos tanto al enemigo, pero, por su forma habitual de proceder, podemos tener la certeza de que prepara varios atentados para las próximas fiestas navideñas. Almacena datos precisos de los civiles y militares que vamos a salir a la carretera en esas fechas y, de entre todos, ha planeado escoger 30 ó 40 sólo para la Operación Salida. Nos tiene en el punto de mira. Únicamente le falta aguardar sonriente al momento adecuado y decidir a su antojo: pues vais a ser tú, tú, tú, tú, tú y tú.
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Referencias y contextualización El aumento en la cifra de accidentes de tráfico y víctimas mortales registrado en el puente de la Inmaculada de 2004 respecto a las mismas fechas del año anterior volvió a disparar las alarmas y los clásicos debates sobre si el problema está en los conductores o en las carreteras, y si la solución está en el incremento de agentes de policía, en la subida de las multas o en la emisión de durísimos anuncios en las campañas audiovisuales de la Dirección General de Tráfico. El 14 de diciembre, el ex dictador Sadam Hussein fue capturado en Irak por las tropas norteamericanas. Se había dejado una barba muy descuidado y vivía oculto en un zulo. El administrador civil del país, Paul Bremer, anunció la noticia en una rueda de prensa con las palabras "We got him", tras las cuáles los periodistas prorrumpieron en aplausos. Sadam había sido identificado con el As de picas en la baraja francesa que había repartido entre sus soldados relacionando cada uno de sus naipes con uno de los líderes del Partido Baaz que debían detener. A sus principales familiares y lugartenientes se les habían asignado los otros ases del mazo. La detención animó la moral de la opinión pública estadounidense después del constante goteo de muertos al que se veían sometidos sus militares por culpa de los atentados de la resistencia iraquí, varios de ellos con coches bomba. A Sadam se le acusaba de coordinar en la sombra la resistencia. |
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