27 febrero 2008
El debate
 

Los debates electorales en TV no son un triunfo de la democracia ni una bendición para los ciudadanos. A quienes han seguido la actualidad, el del lunes no les aportaría nada, y, a los que no lo hayan hecho, les habrá dejado sólo una ristra de datos descontextualizados y frases simplistas, que son el cáncer del sistema. Además, si lo que podía aportar de nuevo era un careo directo entre los contendientes, éstos no supieron improvisar réplicas a las críticas concretas del otro y se enrocaron en la reiteración de su propio discurso o en comparaciones extemporáneas con otras legislaturas.

Zapatero podría haberle preguntado a Rajoy qué medidas le reprocha no haber tomado contra los precios, dado que el PP, liberal, no concibe intervenir sobre los mercados. O cómo es que en 2004 afirmaba que el PSOE se cargaría la economía, si ahora resulta que la bonanza la garantizaba la “magnífica herencia recibida”. Rajoy, por su parte, podría haber contestado al presidente que, si la crisis es cosa del cambio de ciclo, tampoco puede arrogarse las cifras anteriores al viraje.

Aunque en política social destaca por naturaleza el PSOE, Rajoy podría haber explicado que del problema de la vivienda se ha ido tomando conciencia poco a poco, y que ahora que ya se tiene noción del mismo las regiones del PP también facilitan el acceso a ella. A su vez, aunque en educación el PP suele ser más lúcido, Zapatero tuvo que matizar que reexaminarse sólo de las materias suspensas no significa pasar de curso con cuatro. En inmigración, ambos partidos han hecho y harán lo que puedan para regular un asunto irresoluble, en el que en último término habrá que elegir entre la paz social y los derechos individuales.

El tema estatutario es, como señaló Rajoy, un melón que nadie pidió abrir, pero Zapatero debió recordarle que la eclosión electoral de ERC se produjo en 2003 y el referéndum de Ibarretxe fue una idea lanzada en 2002 para absorber al electorado de la ilegalizada Batasuna. En la lucha antiterrorista, el presidente paga ahora sus bandazos, pero los minimizaría si, en vez de añorar un apoyo incondicional que la oposición no tenía por qué darle, aclarara que lo intentó porque la debilidad de ETA podía disuadirla de plantear una negociación de máximos, ahorrándonos muertos a cambio de casi nada. Eso le disculparía errores, ocultaciones y cambios de táctica.

Técnicamente, me pareció tan clara la victoria de Rajoy como la de Solbes sobre Pizarro. Pero un duelo dialéctico de 90 minutos no puede imponerse a la experiencia de cuatro años. Y, a efectos prácticos, si, aun viendo lo que vimos, las encuestas opinan que ganó Zapatero, me extraña que ello se deba a que todos los votantes de terceros respondieran quién de los dos prefieren que gobierne, en lugar de a la pregunta directa que se les hizo de quién había ganado el debate. Es, simplemente, que Zapatero cala mejor en la mayoría de la gente.

 

 

Referencias y contextualización

El lunes 25 se celebró el primer debate electoral en televisión entre los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Una crónica del acontecimiento puede encontrarse aquí. El lunes siguiente, Zapatero y Rajoy mantendrían un segundo debate, que se comenta en el artículo "Segundas partes, más de lo mismo".

 

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