18 octubre 2000 |
El hombre y el sábado |
“El tratamiento ha tenido escaso éxito, (...) sigue manteniendo que en defensa de las ideas, en el marco de un Estado de Derecho, es legítimo incumplir las normas”. Con ese argumento, transcrito aquí el día 14, Alcalá-Meco denegó la libertad condicional al insumiso vallisoletano Raúl Alonso, aún recluido en tercer grado. Así que ése es nuestro concepto de reinserción. El resultado de un “tratamiento”, de un proceso de reeducación tras el cuál el réprobo se retracta y acata con fervor las normas que incumplió. El efecto de un milagroso bálsamo que convierte el Mal en Bien, y la recompensa a quien acepte someterse a la purga. ¿Pero qué Mal, qué Bien? Naturalmente, los catalogados como tales por las normas. ¿Y qué normas? Aun prescindiendo de los intereses del poder, las que ha adoptado una sociedad como justas desde su esquema mental. Son una contingencia histórica, una realidad surgida del tiempo y del espacio. No señalan el Bien ni el Mal. Son como han resultado ser pero, si la evolución del pensamiento hubiera sido otra, ellas habrían sido de otra manera. Lo que Alcalá llama ideas también es una contingencia histórica, pero no inferior a las normas. Son las ideas de un individuo o de un grupo renovador contra las ideas asumidas convencionalmente por la mayoría. Ideas contra ideas. Democracia. Claro que se puede incumplir unas y defender otras, mientras no se atente contra el bienestar de nadie. Personalmente, no creo que el ejército tenga la culpa de otra cosa que no sea el dinero que se lleva de los impuestos. En las diferencias Norte-Sur ahonda la venta de armas, pero ése no es un rasgo implícito del ejército como tal. También dudo de que las guerras se ennoblecieran si en su lugar combatieran hordas y ganaran los más fuertes o los más numerosos en vez de los más ricos. En cierto modo, me alivia saber que el predominio militar no lo ostenta un Estado integrista. Quizá no me atreva a asumir la coherencia de Raúl Alonso, rojillo y catequista, radicalmente íntegro, valiente, entrañable, uno entre diez mil. Ha elegido el camino más difícil, el de la deserción, sólo para poner un altavoz a sus ideas. Un día le pregunté si creía que merecía la pena. Sonrió: “en eso estamos, ¿no?”. Frente a él, el castillo kafkiano de las normas. Hace dos mil años, a un tipo muy reverenciado por los militares se lo cargaron por situar al hombre por encima del sábado.
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Referencias y contextualización Raúl Alonso era un joven insumiso vallisoletano que, en vez de acogerse a la prestación social sustitutoria, aceptó ir a la mili con la única intención de desertar el primer día. Confiaba así en que tendría que juzgarle un tribunal militar y el escándalo le sirviera para ejercer y difundir su ideología pacifista. Fue condenado a más de dos años de prisión por su delito. |
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