25 octubre 2000 |
...humanum est |
Errare, naturalmente. Empeñada como parece nuestra masoquista especie en construirse la peor de las imágenes que le pueda ser aplicada, íntimamente orgullosa de proclamar a gritos su propia insignificancia y su radical imperfectibilidad, no hace falta ser un experto en San Agustín para que todo el mundo tenga asumida como verdad irrevocable la idea de que lo nuestro siempre ha sido y será meter la pata. Hasta dónde llegará nuestra inconsecuencia que, sin embargo, ahí tenemos a dos médicos del Río Hortega enfrentándose a la amenaza de un año de cárcel por negligencia con resultado de muerte para un paciente que falleció en 1996 de la peritonitis supuestamente ocasionada por la endoscopia que le fue practicada el día anterior. Sin entrar en la determinación pericial de si esa negligencia existió o no, es una locura imputar una responsabilidad penal a un error involuntario, por más que éste derive en homicidio. En el fondo, subyace aquí el carácter intrínseco de venganza que tiene nuestro sistema judicial. Sin nadie a quien reinsertar, sin ninguna seguridad colectiva que preservar, no se juzga una culpa sino una responsabilidad inherente a una profesión. No se ataca una causa, sino una consecuencia, en tanto que los errores sólo se definen como tales a posteriori. Ya se sabe que la Justicia suele intentar ensordecer el lamento de las víctimas o su chirriante fracaso a la hora de solucionar los problemas a base de cañonazos en forma de grandes condenas (pirómanos, kaleborrokistas), como si quien está dispuesto (por fanatismo, intereses o expectativa de impunidad) a jugarse cinco años a la sombra fuera a verse más disuadido por la amenaza de quince. Pero es que, en este caso, ni siquiera interviene nuestro endeble y sacrosanto concepto de culpa, sino los de error y responsabilidad. Resulta un poco irónico que los tribunales los consideren susceptibles de una pena de cárcel justo en la semana en la que el gran bombazo jurídico ha sido la evidencia de que, en el plazo de unos meses, se han dictado dos sentencias contrapuestas en torno al destino del niño de El Royo. Dos decisiones tomadas en busca de la solución correcta, y en una de las cuáles, según la lógica metafísica del Derecho, tendría que haber error y responsabilidad. Por supuesto, también tendremos que comprobarlo a posteriori, dentro de varios años, cuando ya la prensa no se acuerde de él.
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Referencias y contextualización En estos días, el juicio por negligencia con resultado de muerte a dos médicos del hospital vallisoletano Pío del Río Hortega al que se refiere el artículo se sobrepuso a la intención del Gobierno central de aumentar las penas estipuladas para los jóvenes abertzales implicados en la kale borroka o terrorismo callejero y los responsables de incendios provocados. También coincidió con la segunda sentencia jurídica dictada en relación con el caso del niño de El Royo, contradictoria con la primera: Diego, un niño de seis años, llevaba uno entregado a una familia de adopción de dicha localidad soriana, debido a los problemas con el alcohol de sus padres biológicos. Una de las dos sentencias disponía su devolución a la madre y la otra su ingreso en un centro de acogida.de la Junta de Castilla y León. |
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