25 febrero 2004
El Real Valladolid y la lámpara maravillosa
 

Me hallaba deprimido, sin rumbo, al borde del abismo. Había perdido los últimos cuatro partidos y ya era el peor equipo de la segunda vuelta. Atrás habían quedado las jornadas en las que navegaba por la mitad de la clasificación e incluso me atrevía a asomarme a Europa. Ahora iba decimocuarto, a tiro de piedra del descenso.

No se percibían indicios de mejora. Mi entrenador seguía dándole vueltas a la alineación y mi delantera no se había sobrepuesto a la lesión de Makukula. Tres partidos sin marcar un solo gol ni apenas crear ocasiones. Por el mal juego sufrían también mis cuentas: la afición no acudía al estadio y la tele directamente pasaba de mí.

Deambulaba un día por ahí cavilando sobre mi negro panorama, cuando vi una extraña lámpara árabe cubierta de polvo. Me agaché y me puse a frotarla, que es lo que suele hacerse en estos casos. El artilugio emitió un bufido como de olla express y, sobre una espesa humareda, apareció un tipo con turbante y los brazos cruzados. Me contempló unos segundos con indulgencia y me espetó: “Pucelita, macho, te veo hecho una piltrafa, pero soy el genio de Qatar y vengo a solucionar tus problemas. Pídeme tres deseos”.

Os podéis figurar mi sobresalto. Desde el año en que me salvé del descenso en los despachos no me había caído una breva semejante. Pero me repuse y respondí alto y claro: “Pues mira: quiero ser el mejor equipo de Europa, que mis deudas desaparezcan, que las televisiones mundiales retransmitan mis partidos y que además lo hagas todo por mi cara bonita, sin imponer presidente ni especular con mis terrenos”. Por pedir que no quede, me dije. Para mi sorpresa, el genio empezó a descojonarse de que le creyera capaz de meterse en inversiones tan cutres al lado de sus pingües negocios con el petróleo y el gas, y exclamó: “¡Concedido!”.

No me estaba vacilando. Se ocupó cumplidamente del déficit y se trajo a los mejores jugadores del mundo a bañarse en Fuente Dorada. En cinco años, gané cuatro Ligas y tres Copas de Europa. La prensa me llamaba el equipo de los agujeros negros, por la facilidad que tenía para merendarme a los galácticos.

Tras el atracón de títulos, sentí que le debía algo al genio. Así que un día le pregunté humildemente: “¿Cómo puedo recompensarte?”. Me desconcertó cuando me dijo que le apetecía que le diera por el culo, pero qué menos; tragué saliva y lo hice.

Y le juro, señor Juez, que sólo entonces el genio se convirtió en un niño de cinco años. (Basado en un chiste popular).


 

Referencias y contextualización

Esta semana, se conoció el interés de un grupo de magnates del petróleo y el gas de Qatar por comprar el Real Valladolid. Sólo querían que el nombre de su país figurara en la camiseta del equipo, porque su ambición era introducir en él el fútbol europeo, a ser posible a través de la mejor liga del mundo. Decían que estaban dispuestos a invertir una gran cantidad de millones para hacer del equipo el mejor del continente, sanear su deuda y accedieron sin la menor objeción a las exigencias de los propietarios del Valladolid y del propio Ayuntamiento: que no pretendieran asumir la gestión deportiva del club ni tampoco que les recalificaran sus terrenos para hacer un negocio inmobiliario. Además, el hecho de que la cadena Al Yazira perteneciera al emirato hacía suponer que el Valladolid recibiría un buen pellizco a razón de los derechos televisivos. El Real Madrid, cuyos títulos se celebran tradicionalmente con un baño multitudinario de jugadores y aficionados en la fuente de la Cibeles, fue apodado esta temporada y la anterior "el equipo de los galácticos", por la concentración de estrellas como Ronaldo, Zidane, Figo, Raúl, Robert Carlos y Beckham que acumuló en su plantilla.

El chiste mencionado cuenta, en primera persona, la historia de un hombre que se iba a suicidar después de haber perdido sus ahorros, su trabajo y a su mujer, y un día, paseando por el bosque, se encuentra a una rana mágica que le concede tres deseos. El hombre pide convertirse en millonario, recuperar su trabajo y follarse a la modelo Claudia Schiffer y, al verlos cumplidos, un día quiere compensar a su benefactora, que le suplica a cambio que la dé por el culo. El chiste acaba con la frase que cierra este artículo, dando a entender que todo había sido una fantasía del acusado.

Esta columna se reveló fatalmente atinada cuando el Real Valladolid culminó su caída libre descendiendo a Segunda División y los empresarios qataríes perdieron el interés en su proyectada inversión.

 

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