14 noviembre 2007
El Rey, de Chile a Valladolid
 

Apuesto a que nuestros diputados regionales van a tener hoy mucho cuidado con lo que dicen en la visita del Rey a Valladolid para inaugurar la sede de las Cortes y el Auditorio de Villa del Prado. En este sentido, aparco provisionalmente las serias dudas que me inspira la máxima de que el pueblo es sabio cuando vota y reconozco que lo fue en grado sumo al jubilar en las últimas elecciones a José María Rodríguez de Francisco.

La salida de tono del monarca en la Cumbre Iberoamericana ha suscitado simpatías por la insoportable fatuidad del aludido, pero también por la aplastante honestidad del exabrupto, que, pese a lo que se ha dicho, fue mucho menos neocolonial que el propio evento donde se produjo. Pocas veces se ha visto al Rey tan sinceramente fuera de sus casillas y, aunque desde el punto de vista diplomático cometiera un error y una extralimitación, a quienes nos traen sin cuidado el protocolo y los formalismos no puede dejar de fascinarnos que, por una vez, hayan caído las máscaras y los respetos impostados que reclaman para sí los jefes de Estado y de Gobierno, electos o no, por el mero hecho de serlo.

Como esa condición no dignifica por sí misma a nadie, yo habría preferido que Zapatero no defendiera a Aznar apelando a la banalidad de que fue elegido democráticamente por los españoles (también Hitler lo fue por los alemanes), sino dejando claro que no es un fascista. El ex presidente es un conservador con ínfulas de déspota y un ego que supera con creces su talla política y quintuplica la intelectual, pero no un fascista. En España, los únicos que se parecen al fascismo por su movilización patriótica de masas y su estrategia de imponerse en la calle son las juventudes independentistas vasca y catalana.

Claro, que siendo honestos con esta desautorización de los títulos y los cargos, a Juan Carlos I de Borbón hay que valorarle por sus actos individuales y no por la institución que encarna. Es justo elogiar su audacia en la arriesgadísima puesta en marcha de la Transición y a la vez denotar que la monarquía es una figura anómala e irracional, cuyo patronazgo y auspicio de la etapa más próspera de la Historia de España no implica en ningún caso que ésta no fuera a prolongarse bajo una república. Por otro lado, al Rey debería defendérsele de las injurias con el mismo artículo del Código Penal que nos protege a los demás, no con uno específico, y en ningún caso cabría interpretar que una crítica o burla contra su persona es, por ser vos quien sois, una ofensa a todos los españoles. De lo contrario, no quedará más remedio que dar la razón al gobierno de Chávez en su pueril denuncia de que el desplante de Chile lo fue hacia todos los venezolanos.

 

 

Referencias y contextualización

El Rey Don Juan Carlos acudió a Valladolid el día que se publicaba este artículo para inaugurar la nueva sede de las Cortes de Castilla y León y el Auditorio de Villa del Prado, ambos en Valladolid. Esto ocurría a los pocos días del sonado encontrozado que tuvo el monarca con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en la XVII Cumbre Iberoamericana que acababa de celebrarse en Chile. De dicho incidente se da cuenta, por ejemplo, aquí.

José María Rodríguez de Francisco es un histórico político leonesista que en las últimas elecciones autonómicas del 27 de mayo no logró prolongar su trayectoria parlamentaria, característica por sus frecuentes exabruptos y salidas de tono, al no obtener ningún escaño la candidatura independiente que presidía, una vez escindido de la Unión del Pueblo Leonés..

 

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