4 febrero 2009
El sudario y el fajín
 

 

Con veinte siglos de sufrimiento acumulado a sus espaldas, es comprensible que la Virgen de los Dolores leonesa se haya cansado del sacrificio y la resignación y haya decidido añadir al tradicional sudario el fajín de generala del Ejército del Aire. Al fin y al cabo, los mártires y Santiago Matamoros son ejemplos fe-hacientes de que en el armario ropero del cristianismo caben perfectamente ambas prendas, sin que nadie objete que conjuntan fatal.

A mí, en cambio, me asombra la naturalidad con que los creyentes ven cohabitar la cruz y la espada, la otra mejilla y el rechinar de dientes, el Cordero de Dios y las plagas de langostas. Al parecer, no les choca en absoluto que unas veces la voluntad divina exija la sangre del fiel y otras la del infiel, que aquí se la obedezca muriendo pero allí se la complazca matando, que en esta ocasión mostrara su grandeza perdonando al descarriado pero en aquélla lo hiciera sometiéndole a un escarmiento implacable. Dándose por sentado que, al tratarse de un ser perfecto, este comportamiento ciclotímico no puede ser síntoma de un trastorno bipolar, y que Dios siempre acierta en todas sus reacciones, no entiendo cómo los cristianos no las someten a un estudio sistemático que extraiga los elementos comunes, detecte qué determina que la respuesta sea una o la contraria y establezca el modus operandi. Les ayudaría a saber qué quiere su jefe en cada caso; por ejemplo, en qué polémicas morales de nuestro tiempo les va a pedir que se pongan el sudario y en cuáles el fajín.

Por el contrario, si este estudio no depara ningún patrón de conducta constante y coherente, habrá que deducir que la voluntad divina no es más que un collage de las intenciones que le han atribuido los teólogos y exégetas de las sucesivas épocas y culturas. A algunos les tocó interpretar victorias y a otros derrotas, pero todos, invariablemente, entendieron que Dios había desencadenado o al menos permitido el desenlace. Es decir, que lo que se supone que es una voluntad única y eterna se bifurcó en un rosario de respuestas diversas e incongruentes entre sí, casualmente en íntima correspondencia con la idea de la divinidad que se tenía en cada momento. Por supuesto, no se debe culpar de ello a la Iglesia, que por fuerza ha de ser una institución colectiva y temporal, pero sí concluir que jamás ha tenido ni idea de lo que quiere Dios y, por tanto, carece de autoridad para erigirse en su portavoz.

 

 

 

Referencias y contextualización

El sábado 31 de enero, en la iglesia de San Martín, en la ciudad de León, se celebró un acto religioso en el que se impuso a la Virgen de los Dolores el fajín del Ejército del Aire.

 

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