1 junio 2012 |
El tabaco, 'magister vitae' |
Este año de catástrofes anunciadas por profetas mayas y economistas anglosajones, en el que cumplo como fumador la cuarta parte que Isabel II como reina, toca hacer balance de la experiencia. Y, al igual que los británicos con su monarquía, sabré buscar argumentos para reafirmarme en la conveniencia de seguir chupando de la boquilla. Recuerdo que empecé a fumar porque, si un día escribía una novela cuyos personajes lo hicieran, debía conocer a qué sabía un cigarro. Por algún motivo, no adopté la misma previsión ante la eventualidad de que se me ocurriera una trama de sodomitas, pero de aquellos polvos estos lodos de trinchera en que sigo fumando a discreción sin ninguna intención de declarar el alto el fuego. Hoy, casi olvidado el don que no quiso darme el cielo, fumar me ha servido, en cambio, para comprender uno de los elementos cruciales de la naturaleza humana: el mecanismo mental de las adicciones. Ahora sé que es infinito el océano de las coartadas que uno puede remover para justificarse, que el capricho que te permites como excepción se acaba convirtiendo en regla de tres donde la x toma el valor de un sinfín de situaciones cotidianas; que nada importa, en fin, que las expectativas de placer no se vean siempre satisfechas, porque la próxima vez el cerebro volverá a evocarlas inmune a su última decepción. Todo esto merece experimentarse y aprenderse porque no es exclusivo del tabaco ni de otros vicios canónicos. El mismo proceso psíquico (algún día se descubrirá que las mismas reacciones cerebrales) gobierna las dependencias afectivas, los proyectos en que volcamos nuestras esperanzas, todos los hábitos por los que el hombre se define como animal de costumbres para no admitir que lo es de adicciones. La vida misma es una adicción. Uno se estrena en ella como con el tabaco: sin querer. Luego se rinde a los placeres fugaces obviando las advertencias de que vivir mata, ignorando los presagios de órganos deteriorados, ilusiones ennegrecidas y cadáveres de seres queridos. Para cuando maduramos y tomamos conciencia de lo que nos espera, la vida nos ha inyectado los adictivos de amar, relacionarnos, conocer, viajar, planear, amasar dinero o poder, ver películas o partidos de fútbol. De jugar a ser uno mismo. Entonces ya no podemos renunciar a ellos. Estamos presos de una red de estímulos e inercias de los que siempre necesitamos más, y nos es imposible decir se acabó y desengancharnos. Por eso, aunque sepamos que cada año nos acerca un poco más a la metástasis, seguiremos viviendo y fumando hasta que el tiempo de la gravedad nos pase la factura por nuestra ligereza.
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Referencias y contextualización Este artículo se publicó en el número de junio de la revista La boutique del fumador. El título parafrasea la definición de la Historia como "magistra vitae" ('maestra de la vida'). Según algunos intérpretes de profecías mayas, 2012 iba a ser el año del fin del mundo, si bien otros reducían el hito a un cambio de estructura social de esta civilización. A su vez, gran cantidad de economistas vaticinaban el fin del euro como consecuencia de la crisis de la deuda soberana de algunos estados miembros de la UE; en concreto, el premio Nobel norteamericano Paul Krugman acababa de vaticinar la salida de Grecia del euro y un 'corralito' o restricciones a la retirada de dinero de los bancos en España e Italia para evitar la fuga de capitales. "El don que no quiso darme el cielo" es como se refería Miguel de Cervantes a la poesía.
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