3 febrero 2010
Enterrar para no enterrar
 

 

No es un juego de palabras paradójico ingeniado por los sepultureros de Hamlet, pero sin duda contiene el trasfondo existencial de quien se plantea su ser o no ser. “O enterramos los residuos o enterramos el pueblo”, es la disyuntiva que formuló el lunes el alcalde de Santervás de Campos. Y, aunque a algunos les plazca imaginar un futuro en el que la comarca sea un edén virginal, un locus amoenus ajeno a la sucia mano del progreso, las fabulaciones de una edad de oro y un paraíso perdido no albergan restos humanos en su registro fósil.

Simplista, efectista y tramposo en su ataque a Zapatero, Aznar anduvo sin embargo fino con aquello de que sólo “han estado en su sitio” los alcaldes que se han ofrecido a alojar el ATC. Valientes y fieles a la responsabilidad de sacar adelante a su municipio, se han limitado a aprovechar una ocasión única, que conlleva un riesgo menor al de muchas amenazas que ignoramos de antemano porque las damos por imposibles. Todo lo contrario que los pueblos vecinos, sobre los que irradiarán de algún modo la inversión y el empleo que genere la sede finalmente escogida, y sin embargo se oponen a las candidaturas cercanas por miedo a un hipotético escape radiactivo en el que sólo serían las primeras víctimas de la imparable expansión de los gases.

Curiosamente, nadie duda de que en algún lugar hay que poner el almacén. Pero, en las comunidades autónomas, los partidos rivalizan en amplificar agravios nucleares (que si ya tenemos central, que si nos la han quitado; que es como negarse a alojar un negocio porque ya tienes otro del mismo sector o porque te han obligado a cerrarlo) y urden cuidadosamente una postura oficial que no desmerezca en populismo a la del otro pero tampoco coincida con ella al cien por cien. Y, a nivel nacional, el PP busca su nicho criticando al Gobierno por un proceso de selección que, como es lógico, comienza con la presentación de candidaturas por los ayuntamientos, cuya autonomía los populares dicen respetar.

Finalmente, los ecologistas blanden la ominosa amenaza de los residuos para la calidad de los productos agrarios. Para ocultar que su sueño es el de una comarca-granero, asustan con la imagen de un vertedero; cualquiera que les oyera pensaría que las sustancias peligrosas no van a estar recluidas a cal y canto en un recinto cerrado. Y eso que, si me apuran, en el improbable caso de que los residuos escaparan de su cautiverio y provocaran raras mutaciones en las especies vivas de la región, ellos deberían ser los primeros en alegrarse. Por el gran incremento de la biodiversidad.


 
 

 

Referencias y contextualización

El sábado 23 concluyó el plazo para la presentación de candidaturas municipales a albergar el almacén de residuos nucleares (ATC, siglas de almacén temporal centralizado) para el que el Gobierno buscaba emplazamiento. Por parte de Castilla y León se presentaron Melgar de Arriba y Santervás de Campos (Valladolid), Torrubia de Soria (Soria), Campo de San Pedro (Segovia) y Lomas de Campos y Congosto de Valdavia (Palencia). Estos tres últimos municipios fueron descalificados; los dos primeros por presentarse fuera de tiempo y Congosto por defectos formales. Las declaraciones del ex presidente del Gobierno José María Aznar a las que alude el artículo se reseñan aquí.

La Generalitat de Cataluña y la Junta de Castilla-La Mancha, para desautorizar las candidaturas de Ascó (Tarragona), Yebra (Guadalajara) y Villar del Pozo (Cuenca), alegaron que ya tenían cubierta su cuota de "solidaridad nuclear" al alojar las centrales de Ascó, Trillo y la recién cerrada de Zorita. La Junta de Castilla y León, en cambio, decía que no iba a albergar el almacén de residuos cuando el Gobierno había anunciado el cierre de la de Garoña en un plazo de cuatro años (sobre dicho cierre, se puede leer el artículo "Garoña, Salomón y Aristóteles").

 

 

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