12 marzo 2008 |
España se serena |
No quisiera ejercer de optimista antropológico, pero intuyo que el 9-M va a alumbrar una legislatura más apacible que la recién terminada. Por distintas razones, todos los partidos tendrán que desterrar las actitudes y estrategias que la hicieron irrespirable. El PSOE dejará, por fin, de hacer oposición a la oposición. Los votos robados a IU y a todos los partidos nacionalistas no son apoyos de radicales; los damnificados llevan un año proclamando que Zapatero no era tan distinto al PP, y cualquier votante radical habría comprado ese mensaje, así que quienes se han pasado al PSOE son, precisamente, los que desaprueban el radicalismo de sus antiguas opciones. Además, la pérdida de fuerza de éstas, su distanciamiento del Gobierno y lo lejos que queda ya el temor al poderío del PP, que en 2004 seguía pareciendo el partido más fuerte, sólo desalojado por el 11-M, hacen impertinentes los cordones sanitarios. Por el contrario, la promesa de moderación y pactos de Estado que formuló el presidente resulta creíble en tanto que es lo que le piden las encuestas y lo que mejor podría rentabilizar, ahora que los acontecimientos han puesto a todos de acuerdo en la lucha contra ETA. El PP tampoco puede volver a tergiversar con malicia alarmista todo lo que haga el Gobierno. Aunque la táctica le sirvió para mantener la militancia y captar a centristas o izquierdistas decepcionados, ha certificado su fracaso para ganar las elecciones. La renovación de líder es difícil porque los mejores sustitutos de Rajoy no son diputados y no podrían erigirse en antagonistas de Zapatero en los debates parlamentarios, pero la del mensaje debe conducir al partido hacia el laicismo y la crítica constructiva, no dramática y visceral, en Cataluña y el País Vasco, las comunidades donde ha vuelto a regalar las elecciones. Al cambio de postura de los populares ayudará bastante el revolcón de los nacionalistas. Demostrado por segunda vez, después de las elecciones vascas, que muchos votantes del PNV (probablemente los empresarios) no quieren aventuras soberanistas, Ibarretxe sólo podría insistir en ellas si se atreve a cambiarlos por los abertzales radicalizando el discurso. Y en Cataluña, autoexcluida ERC por idiota, la pérdida de votos de CiU, que ha cosechado menos de la mitad que el PSC, tampoco le permite plantear grandes exigencias. El triunfo del bipartidismo refleja sin duda la polarización, pero también el cansancio que han provocado en estos cuatro años los nacionalismos y que Cataluña y Euskadi no son, en fin, muy distintas del resto de España. ¿Repetirá alguien después del 9-M que Zapatero ha dado alas a los separatismos, o se admitirá que es precisamente una actitud abierta y dialogante lo que, sin grandes concesiones, los desacredita y desactiva ante su propio electorado?
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Referencias y contextualización El domingo 9 se celebraron elecciones generales en España. Una crónica de la jornada y los resultados se puede leer aquí. |
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