27 diciembre 2000
Fin de milenio bis
 

Al final parece que se impuso la tesis de que, no existiendo el año cero, el nuevo siglo y el nuevo milenio deben de comenzar dentro de cinco días y no hace 361, por más entusiasmo con que viviéramos el tránsito al 2000. La tele y el cartel de la esquina nos vuelven a bombardear con las manidas alusiones a la última final, el último Premio Cervantes o la última macrofiesta del milenio, depositando una confianza en la desmemoria histórica del personal digna de nuestros políticos más egregios.

Pero no es lo mismo. Esta vez no tendremos el aliciente de esperar que la MIR se desplome sobre París, ni podremos hacer cábalas acerca de cómo se las arreglaría la Humanidad si se viera forzada a regresar a la era preinformática. Por estos lares, hasta el viento se aburre de dar vueltas a lo tonto sin una falla gordinflona la que mandar al garete.

Ni por homenaje a Kubrick podemos lograr que los dígitos del año que entra adquieran la gracia de los del que finiquita. El efecto 2000, la sensación de novedad que produjo el cambio del uno por el dos, es muy superior al que pueda otorgar a su sucesor la legitimidad de los cien años exactos. Y admiro al primero que la reclamó, por descubrir un matiz en el que no habíamos reparado ninguno antes; lo que ya fue demasiado es la solemne declaración que emitió el Instituto de la Armada, confirmando que “científicamente” el milenio comenzaría con el 2001.

¿Desde cuándo nuestra cronología es científica? Las credenciales de un año determinado para estrenar siglo se basan en que contamos con un sistema decimal. Podíamos pasar a una unidad superior al cabo de siete elementos en lugar de al cabo de diez, y entonces ese año dejaría de ser relevante. Se trata de una construcción humana. Y la hacemos en referencia a un personaje histórico, Jesús de Nazaret, que según los indicios nació en el año 6 ó 7 antes de sí mismo. Otra consecuencia poco científica de la herencia cultural.

Algunos llegaron a suicidarse por suponer que el Cosmos iba a escoger para su harakiri un año representativo en el sistema de numeración de una de las civilizaciones de una de las especies animales de uno de los planetas de una de sus galaxias. Nosotros deberíamos plantearnos si ese sistema no es demasiado relativo para que lo antepongamos a rajatabla a la sensación colectiva de que el nuevo milenio comenzó en el primer año que tuvimos que empezar a escribir con un dos.

 

 

Referencias y contextualización

A finales de 1999, y sobre todo a finales de 2000, se extendió el debate de si el nuevo siglo y el nuevo milenio debían comenzar en 2000 o en 2001. Al no haber existido un año cero, los cien años del siglo I debían cumplirse a finales del 100 d.C. y, en consecuencia, los del siglo XX a finales del 2000. El Instituto de la Armada aseguró que "científicamente" el milenio comenzaba con el 2001. Sin embargo, el tránsito del 1999 al 2000 se había presentado y vivido ya como el momento del cambio.

El modisto Paco Rabanne previó que, en cumplimiento de oscuras profecías, la estación espacial rusa MIR, que tenía averías constantes, se desplomaría sobre París la noche del 31 de diciembre de 1999. También se aseguró (al eventual fenómeno se le llamó el efecto 2000) que los ordenadores de todo el mundo se volverían locos al no tener previsto el cambio de dígito: supuestamente se pondrían a cero al llegar al 2000. En Valladolid, el Ayuntamiento celebró el primer cambio de milenio con la instalación en la Plaza Mayorde una suerte de fallas valencianas a las que se prendería fuego al iniciarse el 2000; sin embargo, el viento había saboteado el proyecto derribando una de ellas y provocando un estropicio considerable en la plaza.

 

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