10 septiembre 2003 |
La contracultura de las peñas |
No quisiera en absoluto especializarme como una suerte de columnista vilipendiador de peñas, pero existe un motivo justificado para añadir una última arista a esta trilogía festiva que, más allá de mitos y sobreinterpretaciones, me temo que no tiene absolutamente nada de épica. El otro día, un amable lector que afirma suscribir la opinión expresada en mis dos últimos artículos me hizo llegar “para ampliar tus conocimientos al respecto” el cuadernillo editado por la Coordinadora de Peñas. Yo desconocía por completo que semejante joya se difundiera por Valladolid (para colmo institucionalizada, seguramente a regañadientes, por el sello de la Fundación Municipal de Cultura), pero no tiene desperdicio. A lo largo de sus páginas, 24 peñas (que, todo hay que decirlo, coinciden básicamente con las que al menos organizan algo de las 123 enumeradas en el listado) insertan su respectivo texto de arenga a la cogorza. Y no es ya que el tema se repita ad nauseam, evidenciando la naturaleza real de las peñas que tenemos, sino que, salvando con indulgencia un par de cosas, el panfleto entero es una cochambrería sin una sola pizca de ingenio. ¿Será literatura alternativa? Es curiosa la afición de las peñas a presentarse como baluartes de la contracultura y la resistencia. Reiteran latiguillos como “seguiremos dando guerra”, “no nos podrán parar” o “luchando contra el imperialismo de los de siempre”, y son constantes las reivindicaciones de un tal San Mateo cuya rancia aureola de apóstol y recaudador de impuestos parece resultar más cara a nuestros jóvenes subversivos que la naturalidad lozana del dios del Sol. Hay hasta un explícito “no nos jodas, De la Riva, ¡con las peñas no podrás!” contra el mismo enemigo al que luego reclaman subvenciones. Braman por el recorte de sus derechos y lo que les falta precisamente son deberes; se las dan de anárquicos o de libertadores, según los casos, pero la única ley que se atreven a cuestionar es la del botellón. Conozco a peñistas de espíritu que sostienen que la misión de las peñas sería llevar las fiestas a las zonas periféricas que queden fuera del programa oficial. Eso se acercaría más a la contracultura, a la transformación, a la acción cívica. Pero, paradójicamente, es en esos mismos círculos donde me han confesado no tener ni idea de qué hace la actual Coordinadora con un presupuesto que nunca llega a justificar. |
Referencias y contextualización El "amable lector" que escribió a Kiko Rosique para mostrarle su total acuerdo con los dos artículos que había publicado contra las peñas, y quien le hizo llegar el cuadernillo editado por la Coordinadora de Peñas, fue el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva. Su testimonio concuerda con algunas declaraciones públicas efectuadas de forma más o menos solapada, debido a que, de forma inexplicable, es obligación tácita del Ayuntamiento subvencionar a las peñas en las fiestas patronales y la responsabilidad de su cargo le impide efectuar críticas institucionales. En el citado cuadernillo, las peñas se declaraban reiteradamente seguidoras de San Mateo, el patrono de las ferias hasta que Javier León de la Riva, en 2000, retrasó dos semanas las fiestas para eludir el frecuente mal tiempo que hace en Valladolid a finales de septiembre, pasando a estar aquéllas adscritas a la invocación de la Virgen de San Lorenzo. La experiencia confirmó el acierto de esta medida, puesto que en las sucesivas ediciones el clima acompañó y la gente disfrutó mucho más de los eventos organizados. La llamada ley del botellón, aprobada a iniciativa del Partido Popular en el Congreso de los Diputados el año anterior, había prohibido el consumo de alcohol en la calle. |
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