10 marzo 2004
La derecha a la que podría votar yo
 

Es cierto, yo podría votar a la derecha. No tendría ningún prejuicio ideológico contra una derecha liberal, reformista y laica. Si la hubiese.

Puedo aceptar la lógica liberal que sostiene que el Estado no ha de intervenir a costa de aumentar la presión fiscal, para que los ciudadanos tengan liquidez y el dinero circule en beneficio de todos. Evidentemente, siempre que ese beneficio de todos sea tangible, y que la bajada de ocho puntos en los impuestos directos no se acompañe de una subida idéntica en los indirectos, para un aumento global del 3% en la recaudación respecto al PIB desde que gobierna el PP (datos de Hacienda y la OCDE). Si no, difícilmente va a haber más dinero en manos de las familias, salvo de las más pudientes.

Entiendo el razonamiento según el cual la vivienda se abarata si se deja construir, al menos cuando no lo contradice el aumento del 115% que han registrado los precios estos años. Y me parece coherente que el paro se reduzca al minimizar los costes de despido, pero es que en España el 31% de los contratos son precarios y la media europea está en el 13%. Debe de haber otra forma de hacer las cosas.

Aplaudiré a cualquier Ejecutivo que haga reformar las leyes para acosar a ETA en todos los frentes. Pero no a uno que demonice a cuatro millones de nacionalistas, que ataque a los catalanes porque no conciben que su Gobierno legítimo tenga que irse al garete por una simple entrevista de uno de sus miembros, que pavonee la conquista del Perejil y que considere prioridades defender “la idea de España” y su protagonismo internacional. Suecia y Holanda nunca han sido potencias más que en el bienestar ciudadano.

Siempre ensalzaré una política pragmática, tecnócrata, centrada en la gestión eficaz. Pero no una que se contamine de las creencias de Mariano Rajoy, Mayor Oreja, Ángel Acebes, José María Michavila, Federico Trillo, Loyola de Palacio, Juan José Lucas, Miguel Ángel Cortés, Ana Mato, Ana Botella y Jesús Cardenal, todos miembros o simpatizantes del Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Mientras ambas sectas se expanden como hongos por la Administración, la Banca y los tribunales, sus dogmas se imparten en el instituto, condicionan el aborto, impiden la investigación médica y niegan sus derechos a los homosexuales.

No. Si no fuera por ciertos detalles reveladores, yo no tendría el menor empacho en votar a la derecha liberal y reformista que quiere encarnar el PP. Claro, que eso ya no sería la derecha. Sería el centro.


 

Referencias y contextualización

El ministro de Defensa, Federico Trillo, acababa de afirmar en una cena privada que le habría gustado tomar el islote del Perejil (reconquistado militarmente pero sin pegar un solo tiro tras una efímera ocupación marroquí) ocho años antes, para permitir a los pescadores españoles faenar a sus anchas sin injerencias del país vecino.

La vinculación de los citados miembros del PP al Opus Dei o a los Legionarios de Cristo se desarrolla en el libro Los Legionarios de Cristo. El nuevo ejército del Papa, escrito por el periodista de la agencia Efe José Martínez de Velasco y publicado en La esfera de los libros.

 

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