17 marzo 2004
Cuatro días de marzo
 

 

Enterrados en el fondo de la tremenda sucesión de sobresaltos que se fueron amontonando ante nuestra mirada perpleja entre el 11-M y el 14-M, aquellos cuatro días en los que todos nos colgamos de las noticias y carecimos de vida privada, están ya los 200 muertos de Madrid. Es injusto pero inevitable. Para sus familias y amigos serán una pérdida que durará, no toda la vida, sino todos los amaneceres, todos los atardeceres y todos los anocheceres de lo que les quede de vida; para los demás, son los cimientos sobre los que se levantó la mayor conmoción social y política que recuerda este país.

El Gobierno hizo lo posible por dar la impresión contraria a lo que todos los indicios apuntaban desde el descubrimiento de la furgoneta con la cinta coránica el mismo jueves por la mañana. Los datos que fue ofreciendo “con total transparencia” son los que jamás habría podido esconder, porque cualquier periodista y también el PSOE tienen contactos en la Policía. No mintió abiertamente, pero trató de ganar tiempo exprimiendo su autoridad y su poder mediático para devaluar ante los votantes acríticos la verosimilitud de las pistas y sostener la “prioridad” de la hipótesis opuesta. Y a quienes se echaron a la calle a destapar las presiones y ocultaciones que ya denuncian los medios extranjeros les acusó de violar la sacrosanta jornada de reflexión.

Fue surrealista que el Gobierno pretendiera que los que habían asumido la autoría de la salvajada no habían sido, y los que la habían negado en cambio sí. Asistimos probablemente al primer atentado en la Historia que unos terroristas reivindican tres veces en tres días para que se les haga caso. Y sí, ETA se ha ganado a pulso que pensáramos en ella antes que en nadie, pero muchos deseaban culparla a toda costa, realimentados por la idea del Gobierno de que los comunicados de Batasuna no merecen “credibilidad”, que es tanto como ignorar a un testigo crucial de un asesinato por el hecho de que él también tenía antecedentes.

Contra todo pronóstico, la ciudadanía no tragó. El volumen de votos trasvasados directamente del PP al PSOE demuestra la madurez de los electores que no son forofos de unas siglas y son capaces de valorar lo más conveniente en cada coyuntura. Quizá no sea justo que quienes pensaban mantener su apoyo al PP a pesar de los muertos innecesarios de Irak hayan cambiado su decisión por los muertos innecesarios de Atocha, pero la propia seguridad frente a la amenaza integrista también es, aunque Bush nos acuse de cobardes, una motivación perfectamente lícita.



 

 

Referencias y contextualización

Los terroristas del 11-M dejaron una furgoneta que contenía unas cintas con versículos del Corán y varios detonadores idénticos a los empleados en los trenes, lo que se podía entender fácilmente como una reivindicación de los atentados. Las Brigadas Abu Hafs-al Masri los volvieron a reivindicar en nombre de Al Qaeda el mismo jueves por la tarde, a través de un e-mail enviado al periódico londinense Al Quds, que se edita en árabe. El supuesto portavoz militar de Al Qaeda en Europa, Abu Dujan al Afgani, volvió a reivindicarlos el sábado por la tarde en un vídeo depositado en una papelera cerca de la mezquita de Madrid, y de cuya existencia se avisó por teléfono a Telemadrid.

Sobre la Comisión parlamentaria que se instituyó para esclarecer las responsabilidades políticas y otros asuntos de la trama que se fueron desvelando, ver "La Co-omisión sobre el 11-M", "Todos pasan por Top@s" y "Conclusiones". Una contracrítica a los críticos de la versión oficial empleando su mismo método lógico sería "Los agujeros negros de la teoría de la conspiración".

 

 

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