5 agosto 2009 |
La inutilidad del mal |
Desconozco si los terroristas que enviaron, cargaron y/o aparcaron la furgoneta de Burgos serán, en sus ratos libres, gente normal, buenos hijos y hermanos, si querrán hacer feliz a su pareja e irán a visitar a la abuela. Quizá sean tan cotidianos y vulgarotes como los nazis que revelaron a Hannah Arendt la cruda y turbadora banalidad del mal. Aun así, lo que realmente me supera, me aturde, me solivianta de los etarras es que no vean la flagrante e irrevocable inutilidad de todo cuanto puedan hacer. En Burgos no les salió el plan, pero, ¿qué pasaría si hubieran asesinado a 30 personas? ¿Y si colocaran las otras furgonetas que dicen que han traído de Francia, o si volaran un metro, o estrellaran un avión contra La Zarzuela o el CNI? Nada, no pasaría nada. Destrozarían familias, dejarían estupefacta a la sociedad y se refocilarían momentáneamene con su breve victoria simbólica. Nada más. Frente a una sociedad de cuarenta y cinco millones de personas, que cada día pierde a más de mil sin inmutarse, los etarras se cuentan por decenas y los que caen no son muñecos de vudú o inocentes que pasaban por allí, sino los propios activistas. ¿Qué puede esperar un batallón que pierde a los soldados y mata de vez en cuando a algún corneta? Con mucho esfuerzo empático, puedo imaginar cómo piensan un tarugo que cree que Euskal Herria está sojuzgada, un fanático dispuesto a entregar su vida y la de su familia a una causa metafísica, un psicópata a quien no le rilan las carnes al matar pues así se lo exige un fin mayor. Lo que me resulta imposible de visualizar es una mente que imagine que, en la actual relación de fuerzas, el Gobierno va a sentarse a dialogar; que interprete que, cuantos más muertos, más concesiones obtendrá en la negociación; que critique el enfoque de derrota policial porque ETA tampoco ha planteado el conflicto en términos de triunfo militar... ¿sobre quién, sobre el ejército de un Estado moderno? Cuánto tiempo, cuánto ingenio, cuánto denuedo invertido sólo para provocar dolor. Cuánto dolor gratuito, sufrido tan sumamente en vano que jamás tuvo ninguna posibilidad de servir de nada a sus causantes. |
Referencias y contextualización La madrugada del 28 al 29 de julio, ETA hizo estallar sin previo aviso una furgoneta bomba junto a la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos, pero no se registraron víctimas mortales. Hannah Arendt, en su ensayo Eichmann en Jerusalén, acuñó la expresión "la banalidad del mal" para referirse a la paradoja de que los nazis que habían diseñado y ejecutado el Holocausto fueran a la vez ciudadanos normales y buenos padres de familia. El editorial del diario abertzale Gara el jueves 30 reprochaba que el Gobierno enfocara el conflicto político vasco hacia la derrota exclusivamente policial de ETA cuando la banda supuestamente operaba para garantizar una resolución pacífica, no con vistas a un triunfo militar.
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