5 mayo 2004
Las edades del arte
 

La reflexión teórica sobre el arte, sobre la naturaleza del arte en cuanto tal y no sobre aspectos técnicos o pragmáticos como la perspectiva o la catarsis, comienza en 1790, cuando Immanuel Kant escribe la Crítica del juicio.

En ella, Kant formula su definición del arte como una “finalidad sin fin”, que se justifica a sí misma y no debe ser un simple medio para transmitir un mensaje o copiar la realidad. Esto no contradice a Aristóteles, cuya idea de mímesis no se refería a la imitación realista de lo visible, sino a la imitación humana del modo de proceder de la naturaleza cuando “crea” a sus seres. Aristóteles desvincula la poética de la lógica o la física, y lo mismo hace Kant cuando, casi por aproximación, define el juicio estético como un pensamiento que da vueltas en torno a sí mismo porque no puede agarrarse a ningún concepto que le permita razonar.

Así, Kant acota indirectamente una edad prehistórica del arte, en la que éste no era consciente de sí mismo y, salvo excepciones geniales, se limitaba a copiar fielmente la realidad o a servir de vehículo para enseñar los conceptos del Evangelio a los analfabetos. Pero el arte sólo puede ser si es autónomo. Desde entonces, las teorías estéticas se han alejado cada vez más del realismo y conciben el arte como una creación y como una expresión.

Repasando los catálogos de las muestras de Las Edades del Hombre, es posible entrever una idea creadora latiendo detrás de algunas de las obras cuya única finalidad original era hacer de Biblia para iletrados. Pero la mayoría son una mera exaltación de vírgenes, cristos y santos, en la que la preocupación formal, si existe, se reduce al realismo mecánico, y la expresividad simbólica a la yuxtaposición de clichés. Los objetos de orfebrería ni siquiera pasan del virtuosismo técnico de la artesanía, que tiene tanto que ver con el arte como un zapato bien rematado.

Incluso aunque la exposición incluya obras aisladas en las que el autor parece querer intuitivamente expresar, dentro del corsé de la misión que se le encargaba, algo similar a lo que sienten los artistas (anteriores, coetáneos y posteriores) que son conscientes de sí mismos, desde luego el planteamiento global de Las Edades del Hombre no tiene nada de artístico: el patronazgo episcopal ha impuesto unos apartados e itinerarios que obligan al visitante a presenciar una catequesis gráfica. Igual que en la época prekantiana, el arte menospreciado, usufructuado, convertido en meretriz de la religión.

 

 

Referencias y contextualización

El 3 de mayo se inauguró en la catedral de Ávila la nueva edición de Las Edades del hombre, la serie itinerante de exposiciones de los objetos de arte sacro patrimonio de las diversas diócesis de Castilla y León. Los títulos de los apartados de la muestra de este año eran: "El fuego del espíritu", "La intrepidez de la palabra", "El gozo de la celebración", "La osadía del amor", "Por los caminos del agua: Madre de América", "El contrapunto de la acción: sólo Dios basta" y "Y siempre Jesucristo".

 

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