13 agosto 2003 |
Las 'sati' de Simancas |
Una de las leyendas más celebradas de la provincia de Valladolid es la de las siete doncellas de Simancas que, reclamadas por Abderramán III como parte de las cien que exigía al conjunto de los reinos cristianos a cambio de no atacarlos, cortaron por lo insano y se amputaron una mano para evitar ser entregadas. Su heroísmo es conmemorado año tras año como ejemplo de canto a la libertad e incluso como estandarte de los derechos de las mujeres. Aparte de que es falso que el topónimo de la villa venga de la supuesta frase del Califa de Córdoba anunciando que no quería a las muchachas “si mancas” se las daban (ya en tiempos del Bajo Imperio Romano existía una Septimanca seguramente bautizada en honor a Septimio Severo), habría que cuestionarse si la decisión de las infelices doncellas pudo ser tan libre como nos creemos. Y, sobre todo, si el machismo que queda reflejado en el episodio no es el de la sociedad cristiana más que el de la andalusí, que era, de hecho, todo lo contrario al integrismo almorávide o wahabbita; las mujeres hispanoárabes fueron, por ejemplo, las inventoras del escote, en una iniciativa que llevamos doce siglos agradeciendo. La situación recuerda a la de las famosas sati de la India, que hasta bien entrada la ocupación británica siguieron tirándose a la pira funeraria de sus maridos, en una tradición que siempre ha ejercido una mezcla de horror y fascinación sobre las mentes occidentales. Por un lado, no cabe duda de que las sati se suicidaban por voluntad propia, pero por otro lo hacían en el seno de una sociedad que convertía en diosas a las mujeres que se sometían al rito e indultaba a sus antepasados, y en cambio arrinconaba a las viudas, cuya existencia ya no valía nada. Los familiares inmediatos del marido muerto también hacían todo lo posible por conducir a la sati a la gloria eterna y de paso quedarse con los bienes del finado; en Bengala, donde los derechos hereditarios no distinguían entre sexos y las mujeres podían llevárselo todo, el sacrificio de las sati era virtualmente obligatorio. Aunque desde luego su opinión no tenga que ser vinculante, hay que advertir que los movimientos feministas de todo el mundo deploran el fenómeno de las sati. Es difícil pensar que no harían lo mismo si conocieran el caso de las simanqueñas que tuvieron que cortarse una mano por si acaso así las despreciaba Abderramán III; el mismo Califa, por cierto, que edificó todo un Palacio de Medina Azahara por amor a su concubina preferida.
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Referencias y contextualización El wahabbismo es la corriente integrista del Islam más arraigada en la actualidad en Arabia Saudita y, al parecer, la fuente de inspiración de Osama bin Laden. |
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