19 marzo 2003
La última coartada
 

Como el propósito era el desarme de Irak, cuando éste empezó a ser efectivo repusieron que se había hecho “demasiado tarde”; como se habían erigido en garantes del cumplimiento real de las resoluciones de la ONU, se abstuvieron de someter a votación su ultimátum condenado al rechazo; como eran ellos los que buscaban el consenso y los otros los que se aislaban caprichosamente, se negaron a admitir incluso la oferta de Chirac de treinta últimos días para los inspectores y se limitaron a preguntar cuántos se subían al carro de guerra. En fin. Las cosas están tan claras que no merece la pena dilapidar ni una línea más en elucidarlas.

Dado que ya no cuelan tales patrañas, en estos días críticos Aznar, Rajoy y allegados han intentado recuperar a la opinión pública con el edificante ejemplo de la intervención norteamericana en Kosovo, que nos queda un poco más cerca y suena un poco menos estúpido que el del appeasement a Hitler. ¿Es Hussein más respetable que Milosevic, tiene el pueblo iraquí menos derechos que los albaneses de Serbia? Hasta ahora no se les había ocurrido, pero esta semana se han abalanzado como locos sobre el último filón.

Me pregunto si al bueno de Josemari, cuya preocupación por los infelices no osaré poner en duda, no le enseñaría su amigo George los vídeos de los míticos debates preelectorales que mantuvo con Al Gore en 2000, en algún momento de aquella amigable visita a Texas en la que nuestro presidente aprendió a hablar con un saleroso Deje del Mal. Una de las escasas discrepancias con contenido que recuerdo de ellos es que Gore defendía la intervención de Clinton en Yugoslavia y la continuidad del papel de EE.UU como defensor de la libertad y la democracia en todo el globo, mientras Bush se oponía a seguir sacrificando soldados y finanzas para hacer de policía mundial si no estaban en juego los “intereses norteamericanos”.

Se trata de una polémica secular, en la que los republicanos se han posicionado siempre a favor de lo que llamaban su “espléndido aislamiento” respecto a los turbios tejemanejes y conflictos que arrastraba la Vieja Europa; mucho más útil extender su influencia sobre el virgen y dócil Hemisferio Occidental. El criterio que Bush defendía en los debates con Gore traslucía claramente resabios de esta mentalidad. Por el contrario, es la tradición demócrata (Wilson, Roosevelt, Clinton) la que ha acuñado y encarnado, con mayor o menor paternalismo, la supuesta misión internacional de EE.UU. en el siglo XX.

Aznar ha debido de elegir mal los episodios históricos que alumbran su camino y su conciencia.


 

Referencias y contextualización

La inminencia de la invasión pareció convencer a última hora a Sadam Hussein de que abandonara su cinismo, su ambivalencia y las pegas a que los inspectores de la ONU comprobaran si Irak tenía armas de destrucción masiva o no, y llegó a entregar una parte considerable de su flota aérea. Sin embargo, el Gobierno americano dijo que ya era "demasiado tarde". Con la decisión tomada y la maquinaria de guerra preparada, se abstuvieron de buscar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que validara la intervención, porque la mayoría simple era improbable y Francia y Rusia ya habían anunciado que utilizarían su derecho a veto. El presidente francés, Jacques Chirac, calificado por los grupos favorables a la guerra de chovinista que impedía el consenso, lanzó una última propuesta de treinta días más para que los inspectores de la ONU informaran sobre las armas de destrucción masiva, pero también fue rechazada.

En España, el PP recordaba constantemente que ya se intervino en Kosovo sin resolución favorable de Naciones Unidas (Rusia vetó el acuerdo), y que los iraquíes tenían tanto derecho a ser socorridos como los albaneses de Serbia. Este ejemplo histórico sustituyó en los días previos a la invasión al de la falta de decisión de Francia e Inglaterra en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando optaron por aquella política de appeasement que no sirvió de nada.

José María Aznar, pocos días antes, había hecho una visita a George Bush en su rancho de Texas para reafirmar su alianza de cara a la guerra. Su aparición en la televisión tratando de imitar el acento tejano fue muy comentada en la prensa española. El Eje del Mal era el trío de países compuesto por Irak, Irán y Corea del Norte que George Bush había catalogado como amenazas a la seguridad mundial.

 

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