4 marzo 2009
Letras sobre números
 

 

Los números son neutros y unívocos, inasequibles a la interpretación. Las letras, por el contrario, componen significados llenos de connotaciones y subjetividad. Son dos especies distintas e incompatibles, pero a veces sucede que alguien fecunda una matriz numérica con su penetrante lógica interpretativa y, entonces, asistimos al nacimiento de la extraña criatura híbrida que se conoce con el nombre de análisis electoral.

El secretario general del PSOE en Castilla y León, Óscar López, y el secretario de Organización del PP regional, Antonio Silván, detectaron el lunes que el “cambio” ha sido el elemento común de los resultados de las elecciones vascas y gallegas. El socialista en clave autonómica, para extrapolarlo como si tal cosa a Castilla y León y reclamar que aquí los electores hagan lo mismo, y el popular a escala nacional, para sugerir que es el PP quien lidera el cambio en España obviando que en Euskadi ha perdido 70.000 votos (uno de cada tres) respecto a 2005. Me temo que, por muy fotogénico que resulte el “cambio” desde la victoria de Obama en EEUU, no hay pruebas de que la sociedad vasca o la gallega lo hayan sentido, reclamado ni decidido. En primer lugar, porque la sociedad o el pueblo, como ente único dotado de voluntad, no existe. En segundo, porque las variaciones han sido mínimas respecto a anteriores convocatorias y las proporciones de los dos grandes bandos en ambas comunidades siguen merodeando el fifty-fifty. Y, sobre todo, porque no hay manera de saber qué motivos cualitativos han actuado en la mente de los ciudadanos para provocar el trasvase cuantitativo de votos, que además siempre serán distintos en una y otra región.

En todo caso, de haber un vínculo entre lo sucedido en Galicia y Euskadi, sería que los vascos se van a encontrar ahora en el lugar donde se vieron los gallegos en 2005. Es decir, sorprendidos por una alianza que no esperaban. El hipotético acuerdo constitucionalista en Euskadi no sería un pacto contra natura, como afirma el PNV (desde luego, no más que el suyo con las formaciones izquierdistas izquierdistas Eusko Alkartasuna y Ezker Batua), pero sí uno no anunciado explícitamente, a diferencia de aquél de 2001 de cuyo fracaso tanto aprendió Zapatero. Ahora, a través de la movilización del electorado popular y/o de la decepción de parte del socialista, una mayoría de gallegos ha deshecho los efectos imprevistos hace cuatro años. Falta por ver si, de aquí a otros cuatro, el PNV elige la moderación o el acercamiento a los abertzales para intentar que una mayoría de vascos haga lo propio.

 

 

 

Referencias y contextualización

El domingo 1 de marzo se celebraron elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco. En la primera comunidad, el PP recuperó el gobierno tras aventajar a la suma de escaños del Partido Socialista y el Bloque Nacionalista Galego, que tras los comicios de 2005 firmaron un pacto postelectoral para desalojar a los populares. En Euskadi, por primera vez, la suma de escaños del PSOE y el PP era mayor que la que podían reunir el resto de fuerzas políticas, siempre teniendo en cuenta que los partidos sucesores de Batasuna habían sido ilegalizados y no habían podido presentarse, pidiendo el voto nulo y no el apoyo para el partido Aralar, de una ideología similar pero radicalmente contrario al terrorismo de ETA.

 

 

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