27 noviembre 2002
Los verdaderos ateos
 

Los verdaderos ateos no somos los infelices que nos desgañitamos tratando de convencer a la gente de que Dios no es solamente “una hipótesis que no me hace falta”, que decía Laplace, sino también una mancha negra en la razón, un disparate contra natura, un neutralizador de las energías potenciales del ser humano, un parásito de sus miedos, una cortapisa para sus lícitas aspiraciones, un forjador de antivalores, un distorsionador de las conciencias, un falso consuelo, un insulto a los que sufren y una masturbación espiritual para los simples que sienten la necesidad de dar las gracias a alguien por su felicidad exclusiva y ciega.

Qué va. Los verdaderos ateos son ese 60% de castellanos y leoneses que se declaran católicos pero no practicantes. Sólo conceden una adhesión a título formal a un ser todopoderoso; le dan por supuesto, pero le siguen de lejos y tan anchos. Qué envidia: yo no creo en nada, pero no consigo que el tema me dé igual.

No alcanzo a entender cómo se puede ser creyente pero no practicante. Desde luego,si yo hubiera tenido ocasión de vivir la experiencia de una luz cegadora tirándome del caballo y una voz de ultratumba que me espetase “Kiko, Kiko, ¿por qué me persigues?”, no habría tardado ni un minuto en ponerme cilicios por todo el cuerpo, volver a memorizar las oraciones que me sabía de pequeño, e incluso hasta es posible que hubiera dejado de pensar en mujeres.

Como dijo Fernando Savater hace dos semanas en el curso organizado en Filosofía y Letras por Jesús Palomares, para los verdaderos creyentes la religión no es un derecho sino un deber. Ante la palabra divina, no pueden tener ningún valor las ocupaciones mundanas, ni los derechos humanos, ni el World Trade Center. Pero los creyentes no practicantes no son sino virtuales ateos; sólo que, a cambio de su dejación cotidiana, se comprometen a no cuestionarse el más gratuito y absurdo de los razonamientos, que es ése que a partir de nada concluye que “algo tiene que haber”.

Es la gran labor de la Iglesia moderna. Ha conseguido desacreditarse tanto que ya nadie considera una incoherencia creer en Dios pero no en sus vicarios sobre la tierra. Se tomen o no en serio las diatribas morales del Papa, prediquen o no con el ejemplo los sacerdotes, presbíteros y diáconos, la fe del pueblo se mantiene incólume. Cómo no. Las obligaciones del cristiano se han relajado hasta el punto de que uno puede vivir toda su vida como un infiel y, a la vez, tener la salvación garantizada por si acaso. Y sin necesidad de echarle a la cosa tanto suspense como el Buen Ladrón…

 

 

Referencias y contextualización

Según una encuesta publicada en Diario de Valladolid, el 60% de los castellanos y leoneses eran "católicos pero no practicantes".

Fernando Savater habló el 15 de noviembre en el Salón de Grados de la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid, dentro del ciclo "La tolerancia en la Historia", coordinado por el profesor Jesús María Palomares Ibáñez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad vallisoletana.

El World Trade Center era el nombre genérico de la aglomeración de oficinas y comercios que alojaban las Torres Gemelas de Nueva York, destruidas el 11-S.

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal