23 abril 2003 |
Mis abuelos los comuneros |
Me advierte el calendario perpetuo que hasta dentro de un lustro no volverá a caer en miércoles el glorioso Día de la Comunidad de Castilla y León. Así que, como nada me asegura que para el año 2008 seguiré asomándome a esta ventana y no me habré convertido en capitán pirata o terrorista suicida, no quiero desaprovechar la ocasión de brindar mi modesto homenaje a los prohombres que, anticipándose a su tiempo, descubrieron la personalidad propia de esta región frente al centralismo. Por si me quedaba alguna duda, ahí está ese Manifiesto de Villalar, firmado por partidos de izquierda, castellanistas, sindicatos, colectivos agrarios, jóvenes y vecinos en general, que reivindica la derrota de los comuneros como seña fundacional de nuestra identidad. Absolutamente oportuno. Porque, córcholis, uno no puede dejar de sentirse reconfortado cuando la solidaridad de grupo a la que se adscribe queda reforzada por uno de esos lazos místicos que atraviesan siglos, sistemas económicos y paradigmas culturales y le vinculan indisolublemente a la autoridad totémica de unos abuelos mártires. Frente a la mezquindad miope de quienes, como Joseph Pérez, hablan de intereses gremiales en la revuelta comunera, y al relativismo cojonero de los que se empeñan en recordarnos que hace no muchos años la identidad de Castilla estaba encarnada por el tirano rey Habsburgo que la embarcó en su misión ecuménica, yo, que soy un demócrata, me inclino sin dudarlo por la imagen de Padilla, Bravo y Maldonado como héroes románticos. Por supuesto, también apoyo la identificación de su lucha con el rechazo a la guerra de Irak, a ver si la tradición arraiga y en un par de generaciones nos convencemos de que, en el fondo, la verdadera esencia intemporal de Castilla ha sido su vocación de resistencia contra los Imperios. Creo que en esta limpia tarde de abril he empezado a apreciar la entrañable seguridad que deben de sentir los vascos cuando se proclaman descendientes directos de Sem, o el alborozo que inundó a los griegos del siglo XIX cuando, al calor de la moda de ver a los celtas en los hitos fundacionales de todos los países europeos, descubrieron que ellos también habían tenido su bardo… y que se llamaba Homero. Sí. Me siento orgulloso de ser castellano y de saborear que hace cinco siglos, fíjate, tuve unos abuelos adivinos que entendieron Castilla y sintieron el patriotismo de la misma manera que yo.
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Referencias y contextualización El 23 de abril se celebra todos los años la fiesta de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, en conmemoración de la derrota que sufrieron en Villalar las tropas de los comuneros sublevados contra el rey Habsburgo Carlos I. Sus líderes Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado fueron inmediatamente ejecutados. Se suele decir que Castilla perdió sus libertades con el fracaso de esta revuelta, ya que desde entonces sus ciudades dejaron de protestar contra la creciente presión fiscal y humana que implicaron las aventuras imperiales de los Austrias y la región quedó condenada a la miseria. El historiador Joseph Perez, sin embargo, ha señalado que en el movimiento comunero existió una importante defensa de los intereses gremiales de los artesanos, grupo social que representaban los rebeldes. En 2003, PSOE, IU, Tierra Comunera, UGT, CC.OO., las organizaciones agrarias COAg y UPA, el Consejo de la Juventud y la Confederación de Asociaciones de Vecinos suscribieron el Manifiesto de Villalar, en el que reivindicaban la vigencia y la oportunidad del hecho comunero como antecesor del patriotismo regional. Además, unieron a su proclama la protesta contra la guerra de Irak, tan candente en la opinión pública en estas semanas, vinculándola con la resistencia heroica de los comuneros contra el ejército del Emperador Carlos V. Uno de los mitos fundacionales del nacionalismo vasco consistía en pretenderse étnicamente diferentes por descender de Sem en vez de de de su hermano Jafet (otro hijo de Noé), a quien se atribuía la paternidad última de los indoeuropeos. En el siglo XIX, la mitificación del mundo celta como el origen primigenio de los países europeos llevó a que muchos países se vieran impelidos a buscar sus raíces celtas. El caso más asombroso es el de Grecia, que con una de las Historias más prestigiosas y decisivas en la formación de Europa, llegó a definir a Homero con el calificativo absolutamente anacrónico de bardo. |
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