30 abril 2003 |
La picazón contra la
utopía |
Personalmente, a uno siempre le ha dado la impresión de que eso de jurar amor eterno tiene que ser cosa de auténticos adivinos. Pero claro, por otra parte no le queda más remedio que admitir que sería un solipsismo imperdonable proyectar su ignorancia confesa en materia de ciencias ocultas sobre sus conciudadanos, muchos de los cuáles han demostrado durante largos años haber sido dotados con algún tipo de poderes mágicos, proféticos, oraculares o quirománticos, que les permiten reproducir al dedillo el matrimonio idílico y leal que un día vislumbraron en su bola de cristal sin apenas ayuda de la autosugestión, el principio de inercia, el instinto acomodaticio, el miedo a la soledad o la claudicación de su yo. Por desgracia, no todos hemos sido agraciados con cualidades tan excelsas, y así lo demuestran los ocho matrimonios que se separan o se divorcian al día en Castilla y León. Parece, por cierto, que muchos lo hacen en el segundo lustro de su coyunda, lo que respalda significativamente la tesis de La picazón de los siete años: aquella curiosa comedia de Billy Wilder que algún desaprensivo tradujo como La tentación vive arriba. ¿Acaso es que los prometidos carentes de poderes anticipatorios cometen el error de elegir precipitadamente, sin haber llegado a conocer en profundidad al otro? Ya no estamos en el siglo XVI, cuando Santo Tomás Moro tenía que proponer la costumbre de los habitantes de su Utopía: una matrona mostraba desnuda a la novia delante del novio para que éste la pudiera examinar a placer, y otro tanto hacía un santo varón con el chico delante de su prometida. Su argumentación es inapelable: cuando vais a adquirir un potrillo en el mercado, ¿no lo mirais y remirais hasta aseguraros de que no tiene ninguna matadura o defecto antes de comprarlo? ¿Cuánto más no deberíais hacer con la persona con la que vais a compartir toda vuestra vida? Más plausiblemente el problema hoy sea otro, bastante verosímil en la edad a la que uno lleva entre seis y diez años casado. También lo señala Moro: “éste es el camino más corto para romper el amor entre hombre y mujer: tener fácil esperanza de un nuevo matrimonio”. Ante esa tesitura solamente caben dos opciones: o bien condenar a los adúlteros a la esclavitud, como hacían los utopienses; o bien convencernos de que lo que la química va a desatar en la tierra, no lo ha de atar Dios en el cielo.
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Referencias y contextualización Una encuesta publicada en El Mundo de Castilla y León acababa de revelar que ocho matrimonios se separaban o divorciaban cada día en la región. El título original de La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955) es The seven year itch. Utopía es el nombre de la isla imaginaria en la que Tomás Moro ubica el supuesto modelo de sociedad humanista perfecta en su relato homónimo. En la búsqueda de un modelo diferente en las relaciones de pareja se inscriben también "Pareja entreabierta", "Postal de San Valentín", "Amor y temporalidad", "Un paso más"" y "Lo que va del amor a la posesión". |
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