21 junio 2000
Pongamos que hablo de...
 

 

Ojalá tarde mil años en morirse. Que sea durante otros cuarenta y diez el capitán de mi calle, calle Melancolía. Que le siga temblando el corazón en lo que le quede de garganta, y para todos los jóvenes aprendices de pintor que se resisten a ponerse el traje gris haya todavía más de cien canciones donde verse vivos.

Érase un chaval que creció en la fila de los mancos, la piel llena de preguntas que contestaba el silencio, oyendo al vecino de arriba llamar libertinaje a la libertad, aprendiendo a ser malo y fugitivo, sintiéndose un mudo cantando a los sordos. Entonces la vida era dura, distinta y feliz.

Porque, bajo el tiránico imperio del absurdo, a veces el destino hacía un guiño en forma de labios de mujer. Encontrar la salida de este gris laberinto. Que nadie nos robe nunca el mes de Abril. Lluvias que llueven besos con sal. ¿Qué más quieres, Adán?

Alma de tahur, gato sin dueño, doctor en cremalleras, policía ni en broma, loco de atar. Ladrón de besos de Judas, halcón cetrero de las aves de paso, devoto de la virgen del pecado. Alérgico al calor de invernadero, al whisky con soda, a las pastillas para no soñar. Atracando en otros puertos su velero, levantando la falda a la luna, pasando de bodas, pasando de modas, pasándolo bien. El mejor dotado de los conductores suicidas.

O bien maltrecho, ajado, cerrado por derribo, quemado como el cielo de Chernobyl. Con la frente marchita, manchas de carmín en la memoria y números rojos en la cuenta del olvido. Parado al final de sí mismo, entonando la canción de las noches perdidas, la balada del abandonado, el viejo blues de la soledad. Abrazando la ausencia de tu cuerpo en su colchón, ladrando a las puertas del cielo, sabiendo que todo sabe a casi nada. Tan joven y tan viejo like a rolling stone.

Pero siempre igual de loco por cantar el blues de lo que pasa en su escalera. Malabaristas errantes, negritos y ucranianas, carteristas con alma de artista. Princesas de la boca de fresa, morenitas bajitas, millonarias que sueñan con piropos de albañil, Barbis Superestar. Los derrotados en tantas batallas que gana el olvido y los desertores del batallón de los nacidos para perder. Siempre esclavizado por los dedos miserables que le dan cuerda a su reloj. Ayer, escuchándole, nos dieron las diez y las once. Y luego la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido...

 

 

Referencias y contextualización

El cantautor Joaquín Sabina actuó en la Feria de Muestras de Valladolid el 20 de junio de 2000. Este homenaje está íntegramente compuesto de versos y metáforas entresacados de cincuenta y nueve de sus canciones. El título del artículo alude a una de ellas, "Pongamos que hablo de Madrid".

 

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