7 febrero 2001
Por mi culpa, por mi gran culpa
 

Ya tuvo que hablar. En su línea de siempre. Culpando al hombre moderno que interviene en su entorno, que dirige su vida, que impone su voluntad en busca de un futuro mejor. Que acierta, que se equivoca, que sigue adelante.

No pretendo negarle a la Iglesia su legitimidad como ponente en el debate social. Lo que me fastidia es que utilice su enorme influencia para difundir unas ideas que sólo pueden entenderse desde la más vil intención o la ignorancia más supina.

Resulta que el Papa ha dicho que el hombre es el único culpable del mal de las vacas locas, por su manipulación arbitraria de las reglas de la Naturaleza en aras de la “industrialización salvaje”. Obviamente, se refiere a la alimentación del ganado herbívoro con las famosas harinas cárnicas.

Puntualicemos: la EEB no ha sido provocada por las harinas de carne; ha sido extendida por su consumo, nada más. El complemento proteínico, hasta un 5% de la dieta del ganado, no es una aberración, y está documentado en Inglaterra al menos desde 1908. ¿Para aumentar su rendimiento? Naturalmente. Pero tiene gracia que el Papa pontifique ahora sobre la profanación de las reglas cuando, en casi un siglo, nunca hubo una encíclica contra los piensos compuestos.

Según los indicios, la EEB es resultado de una mutación espontánea del scrapie, una encefalopatía espongiforme ovina endémica en todos los continentes menos Australia desde 1750. Hasta ahora, el scrapie nunca se había traspasado a las vacas a través de la harina cárnica de oveja, y tampoco a las personas. Pero la mutación le ha hecho capaz de afectar a otras especies. El reciclaje de la primera vaca enferma en forma de proteínas para el ganado contagiaría a otras, seguramente en los años 70 (antes de que la nueva enfermedad fuera tipificada), y así se propagaría en progresión geométrica.

En 1996 se demostró su incidencia en la especie humana. Desde entonces, la prohibición de las exportaciones británicas, la masacre de vacas, los mataderos saturados, el desamparo de los ganaderos y la alarma social. Ahora se toman de golpe en el continente todas las medidas preventivas que los intereses políticos y económicos desaconsejaron acometer cuando la amenaza aullaba lejos. Hay que salvaguardar a los consumidores y a la vez compensar en serio a las familias que se han dado de bruces con un problema que no es culpa de nadie. De nadie. Sólo de una mutación genética, de una sacudida del azar, que es la única regla que conoce la Naturaleza.

 

 

Referencias y contextualización

La EEB es el acrónimo de la encefalopatía espongiforme bovina, comunmente conocida como el mal de las vacas locas, por los trastornos que provocaba en la conducta de los animales afectados. Su causa se atribuyó a la alimentación del ganado con harinas de carne elaboradas a partir de cadáveres de otras vacas y piensos adulterados para engordarlo artificialmente y aumentar la productividad.

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal