16 agosto 2000 |
Por qué no |
Esta semana, el protagonismo estelar de nuestra comunidad en la actualidad nacional ha correspondido al alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, por su apelación en la lucha contra ETA al modelo que Alemania e Italia emplearon en los 70 y los 80 para acabar con la presión de los Baader-Meinhof y las Brigadas Rojas. Como hablaba de “mecanismos democráticos”, es de suponer que no se refería a instalar micrófonos en las celdas, ni que estuviera concibiendo una forma de trasplantar el famoso abordaje a tiros del avión secuestrado en Somalia. Aunque, más allá de estos exotismos, uno no sabe muy bien en qué se diferencian los “modelos” reivindicados de una simple operatividad policial que nadie ha denegado nunca. En cualquier caso, me molestan estas reminiscencias de “macizo de la raza” que tenemos por aquí, esa vocación fumigadora que nos hace considerar-anhelar que “con cuatro tiros estaba todo arreglado”. Porque no hay que ser muy abertzale para adivinar que la vía policial jamás será suficiente. El nacionalismo vasco goza de una inmejorable capacidad de perpetuación, la transmisión familiar de la idea de que existen dos bandos y una opresión. Y deberíamos ir pensando que es bastante natural que uno sienta como propia la guerra de sus padres, la guerra de sus amigos. Que se sufra por su prisión, que se llore por su muerte. Fomentar la única posibilidad de las detenciones, escudarse en Lizarra, vender que el camino de la paz es necesariamente el Estatuto o un lehendakari no nacionalista, sólo conseguirá eternizar los dos bandos, ésos que tanto interesan políticamente a casi todos. Decir que ETA es una banda mafiosa o fascista seguramente tenga parte de verdad, pero es echar el balón fuera. Hace falta ser muy pretencioso para dictaminar que su base social son ciento cincuenta mil cabrones, así, sin más, como si la gente realmente decidiera cuál desea que sea su forma de pensar, el esquema mental que asimila, la atmósfera moral que le moldea por más que se halle completamente viciada. Su imprescindible depuración está en las antípodas de la propuesta de Lanzarote. Por eso no. Yo no creo en las naciones, pero no puedo cerrar los ojos a los nacionalismos. Ni tampoco al reguero de víctimas, de presos y de familias sacrificados en el altar de los falsos ídolos. Euskadi, España. Lo que salga. Sólo las urnas pueden poner fin a esta absurda guerra de coartadas.
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Referencias y contextualización El alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote (PP), había defendido públicamente la necesidad de que se combatiera a ETA con todos los medios democráticos que el Estado tenía a su alcance, como habían hecho Italia y Alemania para combatir a las Brigadas Rojas y a la Baader-Meinhof, respectivamente. En este último caso, dos de las acciones policiales que provocaron un mayor escándalo fueron la instalación de micrófonos en las celdas de los terroristas presos y el asalto a tiros a un avión de pasajeros secuestrado en Somalia, que se saldó con tres terroristas muertos y una pasajera herida. |
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