13 febrero 2002 |
Postal de San Valentín |
No me digas que eres mía. Prefiero que seas tuya. Y que estés siempre conmigo. No quiero ser tu dueño ni tu esclavo; ni tú mi brújula ni yo tu razón de ser. No tengo intención de sublimar las renuncias, ni la dependencia, ni los tamagotchis, ni las naranjas a la mitad. No aspiro a ocupar lugares ni me gustaría dejar huecos. No me cautiva la idea de arrendarte el centro de mi universo ni la de tener que pagar puntualmente el alquiler del tuyo. No, claro que no me apetece que seamos un solo ser; de hecho, lo que de verdad necesito es que seamos dos. Sería una decepción saber que el amor es lo mejor de tu vida y una ofensa aceptar que nada hay mejor en la mía. Columbrar tu cara grabada en mi espejo, mi apellido en tu buzón. Descubrir un día que en este tráfago feroz de doble sentido se han borrado las aduanas, se han empeñado las identidades, se han extraviado las mayúsculas del Tú y del Yo. Quiero verte y admirarte. Que me veas y me admires. Yo completo en mí, tú culminada en tí. Ser yo y estar contigo. Entregarnos al otro sólo por un ratito, como en broma, inocentes, picaruelos, sonrojados, casi para ver qué pasa. Y contarte, y que me cuentes. Y sentirte, y que me sientas. Y saber que estás, y estar ahí; pero no como la estrella polar de todas tus noches, ni como el sol proveedor de todos tus días, sino como un satélite juguetón que te dé vueltas y pueda contemplarte en cada cita desde un ángulo nuevo, y se ofrezca dócil a un lado de tu cielo para que, cada vez que decaigas, puedas levantar la cabeza y encontrártelo reflejando tu propia luz. Sé que hay noches, versos, paisajes, suspiros, melodías que sólo llegaré a explorar a través de tu ventana, y tú de la mía. También que hay noches, versos, paisajes, suspiros, melodías que no están detrás de ti ni de mí, y que, si quiero descubrirlos, si quiero que los descubras, tendremos que aprender a ser únicamente ventanas y no tabiques en la vida del otro. Pero déjame decirte, déjate entenderme que el corazón no se compartimenta, que no contiene una cantidad limitada de amor que ha de repartirse restando a uno la porción que se entregó a otro. Que los satélites no entienden de celos y les basta con saber que hay un punto del firmamento que siempre les pertenecerá exclusivamente a ellos. No me digas que eres mía. Prefiero que seas tuya. Y que estés siempre conmigo.
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Referencias y contextualización El tamagotchi fue un singular juguete electrónico japonés que apareció y se extendió por el mundo a finales de los 80. Su dueño tenía que tratarle como si fuera un animal de compañía, alimentarle y cuidarle, porque de lo contrario enfermaría y terminaría muriendo. |
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