30 mayo 2007 |
Primer aviso |
Ya le gustaría a María Teresa Fernández de la Vega que el 27-M no hubiera sido un plebiscito sobre la labor del Gobierno. Lo ha sido, y no por el irrelevante fracaso de esas dos “apuestas personales” de Zapatero que se han revelado como torpes jugadores con la familia y la intimidad de sus rivales, sino porque, aunque aceptáramos que en las elecciones municipales y autonómicas muchos votantes se fijan en la gestión de la persona y no en las siglas que le amparan, no existe motivo para suponer que por cada Javier León de la Riva no hay un Heliodoro Gallego o que cada Juan Vicente Herrera no tiene su contrapartida en un José María Barreda. Y, pese a todo, el PP ha obtenido 160.000 sufragios más en unas elecciones cuyo antecedente deparó una victoria socialista por 120.000. Quien no lea estos resultados como un primer aviso es que se niega a hacerlo. Nada hay asegurado de cara a unas generales donde cambian los divisores de la Ley D’Hont (número de concejales por diputados asignados a cada provincia) y muchos votos o abstenciones nacionalistas (también de derechas, sobre todo en Cataluña) se metamorfosean en apoyos al PSOE para detener al PP. Pero el efecto psicológico de la escena triunfal del balcón de Génova puede resultar devastador, ahora que da la sensación de que el Gobierno no sabe qué hacer con el mundo abertzale y que la inanidad de su política territorial ha debilitado el impacto de la bonanza económica y los avances sociales. Rajoy terminaría de rentabilizar la estampa llevándose de número dos a Ruiz-Gallardón, lo más parecido que hay en España al Sarkozy que tanto celebra la derecha, y el político más valorado y quizá el mejor presidente que podría tener este país. Sería además un buen primer guiño de los muchos que el PP tendrá que hacer a las burguesías vasca y catalana para que, primero, no se movilicen en las generales, y, luego, consientan que CiU y el PNV firmen pactos de gobernabilidad con él. No obstante, puestos a elegir, casi sería mejor que los populares volvieran a pegarse el batacazo en 2008 y tuvieran que echarse en manos del alcalde de Madrid, para que éste rehiciera a su medida el partido laico y liberal que necesita España. Ese nicho vacante lo podría ocupar Ciudadanos, pero se están quedando sin combustible nada más despegar. Su rosco en Barcelona y Salamanca no prefigura un fracaso en el salto a la política nacional, donde probablemente tengan más futuro, pero también es un primer aviso para que eviten acercarse demasiado al PP. Si lo hicieran, los populares, en inercia ascendente, los fagocitarían sin remedio, y mimetizando sus argumentos tampoco arrancarán un solo voto de izquierdas.
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Referencias y contextualización El 27 de mayo se celebraron elecciones municipales en España y autonómicas en todas las comunidades salvo Cataluña, el País Vasco, Galicia y Andalucía. En las municipales, el PP obtuvo en el conjunto de España 160.000 votos más que el PSOE, que sin embargó venció en número de escaños. La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, se apresuró a comentar que unos comicios de esa índole no podían interpretarse como un plebiscito a la política del Gobierno. En Valladolid, el popular Javier León de la Riva consiguió la mayoría absoluta, impidiendo a su rival socialista Soraya Rodríguez desplazarle de la alcaldía mediante un pacto con IU. Rodríguez, supuesta "apuesta personal" del presidente Zapatero, había puesto mucho énfasis en criticar la concesión de una VPO al hijo de León de la Riva. La otra "apuesta personal" de Zapatero había sido Miguel Sebastián en Madrid, también derrotado por mayoría absoluta por Alberto Ruiz-Gallardón pese a mencionar en campaña su relación personal con una abogada implicada en el caso "Malaya", que había destapado la corrupción inmobiliaria en Marbella. En Palencia repitió el socialista Heliodoro Gallego, en Castilla y León el popular Juan Vicente Herrera y en Castilla la-Mancha el socialista José María Barreda. Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, tras su prometedor arranque en las autonómicas catalanas, obtuvo 14 concejales en toda Cataluña pero ninguno en la ciudad de Barcelona y tampoco en la de Salamanca, donde se presentaban como una de las primeras avanzadillas dentro de su plan de acceder a la política nacional. |
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