13 noviembre 2002 |
Respaldo popular al columnista |
Intuía yo que Tomás Hoyas se equivocaba al minimizar la repercusión social de las columnas de opinión. Al menos las de un servidor, proselitista vocacional, tenaz argumentador y licenciado en Propaganda por la Facultad de la Fantasía. Era previsible que a mi último artículo, defensor de un amor libre, felizmente apasionado y sin gravedad irrevocable, los castellanos reaccionarían con entusiasmo, transformando de golpe sus patrones de comportamiento como si acabaran de recibir la luz platónica en la caverna, y correrían a establecer tríos, comunas y cambios de pareja con la euforia ufana de quien redescubre su primera infancia. Pues justo: el miércoles, este diario informaba del ingreso en prisión de una mujer tras apuñalar a su marido en Los Pajarillos, después de intercambiarse sendas denuncias por amenazas y malos tratos; el viernes, de que una joven vallisoletana declaraba por videoconferencia desde Lanzarote que su ex novio la violó seis veces en un solo día; el sábado, de que otra paisana había propinado un puñetazo a la amante de su marido en el asiento del copiloto del coche adquirido con los ahorros matrimoniales; el domingo, de la pareja palentina acuchillada en la cama por el ex novio de la chica, que conservaba las llaves del piso; y, ayer mismo, se conocía la condena de dos años a la que se enfrenta una joven de Valladolid tras dar de puñaladas a su novio con motivo de una discusión por ver quién apagaba la tele. Me intimida, me estremece; no tengo palabras ante tamaña muestra de respaldo popular al columnista. Basta que uno aventure que sería posible un modelo diferente de relación sentimental, y que de hecho nos dirigimos a él, para que la vieja tradición del amor posesivo y la interdependencia estrecha se tome la revancha violenta, en una especie de reivindicación de la realidad visceral, irreductible, de los celos, que impide cualquier tipo de flexibilización de la pareja. Mantengo que el sentido de la relación causa-efecto es el contrario: que son nuestro esquema mental del amor como posesión y la pareja estable los que generan el fenómeno de los celos, y no la existencia biológica, inapelable de éstos la que nos obliga a relacionarnos bajo condiciones casi contractuales. Y que nada de lo que ha ocurrido esta semana habría sucedido si nos atreviéramos a intentar el giro copernicano de entender el amor como una amistad apasionada.
|
Referencias y contextualización Tomás Hoyas es columnista y director de Opinión de Diario de Valladolid. El comentario suyo al que se alude en este artículo se produjo en una conversación personal con Kiko Rosique. Los Pajarillos es un barrio de Valladolid. |
|