4 julio 2007 |
Senatus Populusque |
Formar gobierno está tirado. Si se goza de una imperial mayoría absoluta, todo es cuestión de repartir los galones entre los acólitos. Es cierto que, con la victoria asegurada, éstos últimos son legión, las centurias limitadas, y el césar ha de premiar a quien haya sido fiel al SPQR aun en el ostracismo de los puestos secundarios u honoríficos. Pero facilita la reestructuración la fortuna de que nuestros políticos son como sabios renacentistas, no hay más que verlos, y no tienen ningún problema en cambiar de parcela. Su dominio multidisciplinar les hace saltar de Cultura a Agricultura con el desparpajo de quien se limita a anteponer un prefijo latino y, si a uno de ellos le toca de repente incentivar la proliferación de enanos en el pueblo, exhibirá como credencial los que le crecieron en todos los circos sanitarios que puso en la anterior legislatura. Como los dos bandos saben de sobra que la guerra es la guerra, a veces ocurre que hasta el alcaide de una plaza enemiga, con alcázar y todo, aplaude en un alarde de estoicismo la continuidad de los centuriones porque ya conocen los problemas de su villa (aunque sean los de otro ramo), e incluso felicita a la paisana que hace el cursus honorum en el ejército contrario. En tales casos, sólo el jefe de la tribu irredenta altera la pax romana denunciando que entre los nombramientos no hay suficientes de su provincia; tampoco los hay de su signo del zodiaco, ni de su talla de cáliga, pero parece que lo que define a un gladiador es su cuna guerrera. Ni el caudillo rebelde ni el césar se dan cuenta de que poner laureles a los lugareños es, precisamente, el mejor modo de que le cojan cariño al Imperio y no vuelvan a incitar a la secesión. Esto de congraciarse con los prohombres del terruño es lo que suele hacerse si no se tiene mayoría absoluta, pero ello tampoco dificulta la tarea de formar gobierno. Basta con emplear la vieja estrategia de pactar con las tribus locales, cederles unas túnicas y luego hacer florituras retóricas para justificar ante los propios fieles que los objetivos del partido plebeyo son conciliables con los de las minorías bárbaras. Dirán que ahora toca olvidarse de los valores republicanos; de las doce tablas, los Gracos y la debida correlación entre la voluntad del populus y la composición del senatus, porque estamos en un diunvirato y lo importante es que Mario le recorte poder a Sila en todos los feudos. Hay quien opina que estos romanos están majaretas, pues no entienden que el césar capitalino se juegue su futuro con tanto empeño en encumbrar generales en sus respectivas pedanías. Pronto se verá si tienen razón: apenas quedan nueve meses para los idus de marzo.
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Referencias y contextualización El lunes 2, el reelegido presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, nombró su nuevo Gobierno. María José Salgueiro fue nombrada nueva consejera de Cultura y Turismo tras presidir el Consejo Consultivo, Juan José Mateos ascendió de director general de Universidades a consejero de Educación, Silvia Clemente pasó de consejera de Cultura a consejera de Agricultura y César Antón, a pesar de los escándalos de corrupción en su periplo al frente de Sanidad, fue designado consejero de Familia. Tras conocerse los nombramientos, el alcalde socialista de Segovia, Pedro Arahuetes, celebró la continuidad de muchos de los consejeros, ya que su experiencia les haría conscientes de los problemas de su ciudad, y felicitó a la segoviana Silvia Clemente por su designación. Por el contrario, el líder de la Unión del Pueblo Leonés, Joaquín Otero, se quejó de la escasa representación de leoneses en el Gobierno. Pocos días antes, el PSOE había desbancado al PP de la Alcaldía de León gracias a su pacto con la propia UPL, que incluía el compromiso a promover la separación de León de la Comunidad. Otro tanto había sucedido en Baleares, donde el PSOE había pactado con la catalanista Unió Mallorquina, en Cataluña, donde por segunda legislatura consecutiva el PSC había accedido al gobierno de la Generalitat aliado con ERC e IU-ICV y podía ocurrir en Navarra, donde negociaba con la vasquista Nafarroa Bai. Los analistas políticos especulaban con el posible daño que estos pactos iban a infligir a las expectativas electorales del PSOE en las generales de marzo de 2008. "Senatus Populusque Romanum" (el Senado y el Pueblo Romano) era la leyenda que campeaba en los estandartes de las legiones. Las cáligas son las sandalias típicas romanas. El partido plebeyo era el equivalente a la izquierda en la República romana; algunos de sus logros más significativos fueron la Ley de las Doce Tablas, que aseguró el derecho del grupo social homónimo a elegir y ser elegidos, y las reformas de los Gracos, que promovieron un reparto de tierras entre las clases bajas. Mario y Sila fueron respectivamente los líderes del partido plebeyo y el patricio en una de las tres guerras civiles consecutivas en las que concluyó la República; las otras dos las dirimieron los generales que compusieron dos triunviratos sucesivos. En los idus de marzo (el día 15 de dicho mes) fue asesinado Julio César. Las elecciones generales de 2008, tras anunciar Zapatero el martes que no las adelantaría, se iban a celebrar previsiblemente el domingo 16. |
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