27 octubre 2004
Todos pasan por Top@s
 

Últimamente todo ocurre en Topas. En el centro penitenciario salmantino se organizó la célula islamista que pretendía volar la Audiencia Nacional y, en consecuencia lógica, hasta allí han excavado sus túneles subterráneos los dos grandes partidos estatales, que, más veloces que las obras del AVE en Guadarrama y ciegos a las demandas de la población, se empeñan en meterse en todos los charcos y en colisionar de la forma más sórdida en un asunto tan sensible como el terrorismo.

El PP ya se propuso sepultar a la directora de Instituciones Penintenciarias, Mercedes Gallizo, cuando ésta quitó importancia a los rituales con que los internos musulmanes se enseñoreaban del lugar. El PSOE, por su parte, acusa al Gobierno anterior de haber sido él quien acumuló a los presos integristas en Topas, como parte de su imprevisión general frente al terrorismo islámico. Unos y otros se marcarían un tanto electoral mucho mayor si renunciaran a escarbar en la tierra de lo involuntario y lo imposible de anticipar. Ocurre lo mismo en los casos del Prestige y el Yakovlev, que fueron (éstos sí, y no la información sobre la autoría del 11-M) simples errores “de gestión”, no susceptibles de  más castigo que el que merecería un error de cálculo. Infinitamente peor sería que el Gobierno no supiera reaccionar ahora al problema de Topas, o que presionara a los funcionarios que lo denunciaron, como ha dado a conocer el delegado del sindicato ACAIP.

Luego está la famosa relación con ETA. El PP ha advertido que pedirá los partes de los trabajadores de Topas para cotejar los contactos entre presos registrados en otras cárceles, ésos que han hecho saltar a Acebes y Zaplana: “¡Ya lo dijimos!”. Pero, en realidad, lo que ellos dijeron es que ETA había sido autora o coautora del 11-M. Que ahora pretendan convencernos de que eso es lo mismo que celebrar los atentados con los islamistas, reírse mutuamente las gracias, tener un proveedor común de explosivos o incluso comerciar entre sí, es un insulto a la inteligencia. Es difícil que una banda terrorista renuncie a reivindicar sus hazañas, y quienes sugieren que ETA quiso desmarcarse ante la magnitud de la masacre olvidan que el objetivo inicial era aún mayor: volar la estación de Atocha. Claro que el Gobierno podía fomentar la investigación de todas las vías abiertas en vez de filtrar charlas carcelarias, pero, ayer mismo, Libertad Digital presentaba como una prueba de la conexión entre las dos bandas el que el etarra Rego Vidal fuera casualmente vecino de un preso marroquí en la cárcel leonesa de Mansilla de las Mulas. Y eso ya es mucho pretender pasar por topos.

 

 

Referencias y contextualización

En el centro penitenciario de Topas (Salamanca) se organizó, según el auto del juez Baltasar Garzón, la célula islámica encabezada por Mohammed Achraf que fue descubierta la semana anterior en la fase inicial de un plan para hacer estallar un camión bomba en la Audiencia Nacional. Unas semanas antes, funcionarios de la prisión habían denunciado la existencia de un grupúsculo de internos integristas, que obligaban al resto de los internos a aguantar o incluso participar en sus oraciones y cánticos. La directora de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, minimizó la gravedad del asunto hasta que las revelaciones de El Mundo a partir del 9 de septiembre la forzaron a reconocer la evidencia. El Ministerio del Interior se comprometió a tomar medidas al respecto, no sin antes advertir que la acumulación de presos islamistas en Topas había tenido lugar durante el Gobierno del PP, al que solía acusar de imprevisión ante el peligro integrista. Sin embargo, el delegado en la cárcel de Topas del sindicato ACAIP, José Manuel Salvador, había denunciado en Onda Cero "presiones salvajes" por parte de Instituciones Penitenciarias hacia los trabajadores que habían filtrado información sobre las actividades de los internos musulmanes.

Durante estos días, estaba en auge el debate sobre la posible conexión entre los terroristas  islámicos y la banda terrorista ETA. El Mundo había informado de que, en prisiones como las de A Lama, Villabona y Topas, se habían observado la celebración conjunta de los atentados del 11-M; de que el islamista Abdelkrim Beresmail tenía los teléfonos de los etarras Henri Parot y Harriet Iragi, también presos; de que Emilio Suárez Trashorras había facilitado a su cuñado Antonio Toro un teléfono de contacto para hablar con la banda terrorista vasca (los ex mineros asturianos fueron quienes vendieron los explosivos a los autores del 11-M). A ello se añadían anteriores revelaciones del mismo periódico, como que ETA robó el coche que hizo explotar en Santander en 2002 a 50 metros escasos del garaje de Trashorras, y que el mismo 28 de febrero en que los terroristas del 11-M transportaron la dinamita a Madrid en una furgoneta desde Oviedo, ETA trató de hacer lo mismo, aunque su vehículo fue interceptado. Ángel Acebes, actual secretario general del PP y ministro del Interior cuando se produjo el atentado, y Eduardo Zaplana, en este momento portavoz del partido en el Congreso, aprovecharon estas noticias para reclamar que su hipótesis de una colaboración entre los islamistas y ETA para perpetrar los atentados no había sido tan descabellada, y dieron por hecho (en el caso de Acebes) que ahora ningún español dudaba ya de la veracidad de esa connivencia. El PP, además, anunció que pediría al Gobierno los informes de los funcionarios de las prisiones de Topas y A Lama, que habían observado en varias ocasiones la sospechosa sintonía que mantenían los reclusos etarras y los islamistas.

Libertad Digital publicó en su edición del martes 26 de octubre una carta del etarra Juan José Rego Vidal, interno en la prisión de Mansilla de las Mulas (León); en ella, dando cuenta de un conato de incendio surgido en la cárcel el 7 de agosto de 2003, mencionaba de pasada que en la celda de al lado estaba un marroquí. El periódico digital abría la entradilla de la citada noticia con la frase: "Empieza a demostrarse que los presos etarras y los islamistas tenían buena comunicación".

Esta misma semana, se había conocido el adelanto que llevaban las tuneladoras que estaban excavando la sierra de Guadarrama para iniciar la instalación de las vías del Tren de Alta Velocidad (AVE) que habría de unir Madrid y Valladolid en 2007, y, por otra parte, el 21 de octubre había tenido lugar la comparecencia en el Congreso de los Diputados del ministro de Defensa José Bono, para dar cuenta del informe final sobre las responsabilidades políticas y militares en torno al accidente del avión Yakovlev 42, que se estrelló el 26 de mayo de 2003 en Turquía y provocó la muerte de 62 militares españoles que volvían de una misión humanitaria en Afganistán. Al escándalo por las deficiencias técnicas del avión se añadió el que generó la identificación precipitada y errónea de los cadáveres por los forenses del Ejército. Esta catástrofe, como la del hundimiento del barco petrolero Prestige frente a la costa de Galicia el 13 de noviembre de 2002, había sido motivo de fuertes críticas al Gobierno del PP por parte de la oposición política, mediática y social. El 27 de octubre de 2004, la llegada a puerto del buque noruego Polar Prince, contratado para neutralizar los peligros que aún encerraba el pecio del Prestige, puso fin a los trabajos de desintoxicación..      

 

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