8 mayo 2002 |
Tribunal popular |
Muchas veces parece una imprudencia encomendar la justicia a los profesionales del Derecho. Pero mayor lo es cuando nos entra la neura democrática y decidimos que lo que procede con la señora de la venda en los ojos es que se mueva a tientas bajo la guía de un jurado de paisanos. Cuando el tribunal popular pasa a englobar a todos los ciudadanos, a los periodistas, a los políticos de ambos lados y a los colectivos feministas, y llegan hasta los despachos de Madrid los ecos del guirigay de simpatías y susceptibilidades a medio razonar, entonces es el Juicio Final. Yo no veo que el comentario de García Ancos sea machista. No creo que contenga un menosprecio a las trabajadoras de Hipercor por falta de estudios, ni que presuponga que éstas realmente sufren acoso sexual y deben aguantarse, ni que insinúe que Nevenka Fernández tenga que elegir entre aceptar que se propasen con ella o truncar su carrera política por el hecho de no ser cajera de supermercado. Lo único que se deduce de su pregunta es que no se cree la versión de la chica. No pienso que su interpretación después de haberse empollado todo el caso sea un prejuicio, ni tampoco que desanime a otras mujeres a denunciar comportamientos similares por la circunstancia de que no crea a ésta. Su actitud fue una salida de tono, una falta de respeto o un abuso de autoridad, y quizá eso justifique por sí solo la sustitución; pero no es machismo. Y no sé hasta qué punto de esta acusación se ha derivado todo lo demás. Machismo es decir que Nevenka era no sé cómo a los 15 años, que aceptó regalos, que se mostró celosa, que reservó una habitación doble en Logroño, que se valió de la relación para otros fines. Sería el colmo que una mujer no tuviera derecho a hacer lo que quisiera, por las razones que la apetecieran y con la duración o la intermitencia que sólo ella dictaminase. Todo momento no consentido, después o antes de otro compartido de buen grado, tiene nombre de delito. Sólo como vocal del tribunal popular, intuyo que Nevenka ha necesitado reescribir su pasado; pensar que fueron quince días, la ternura por la viudedad, y lo demás encerronas sin ningún intento por su parte de normalizar la situación con su compañero. Pero también que no gana nada con esto, y que el estado mental de una despechada es capaz de llevarla a hacer cualquier tontería... excepto montarle al objeto de deseo un pleito por acoso sexual.
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Referencias y contextualización Nevenka Fernández, concejala del PP del Ayuntamiento de Ponferrada (León), había acusado de acoso sexual a su alcalde, Isidoro Álvarez. Habían mantenido una relación de unos meses pero, según la versión de Nevenka, cuando ella no quiso más, el alcalde la persiguió insistentemente y, al ver que no conseguía nada, ejerció sobre ella todas las presiones laborales que estaban en su mano, incluida la amenaza de cesarla del cargo. Al final, fue Nevenka la que dimitió y, meses después, denunció a Isidoro Álvarez ante los juzgados. El fiscal del proceso fue García Ancos, quien, en un momento de aquél, la espetó que ella podía haberse marchado cuando hubiera querido, a diferencia de las empleadas de Hipercor, que tienen que aguantar lo que sea con tal de conservar su empleo. El revuelo que se organizó fue mayúsculo; se acusó al fiscal de prejucios machistas, de menospreciar a las trabajadoras del supermercado, de insinuar sin prueba que ellas también sufren acoso sexual y se callan, y de pretender que Nevenka Fernández tuviera que escoger entre ser acosada y perder su empleo. Finalmente, terminó apartándosele del caso. La opinión pública se puso claramente del lado de la chica, conmovida por varios momentos en los que ella se echó a llorar ante las acusaciones veladas de García Ancos y también ante los periodistas. Isidoro Álvarez, por su parte, alegó que Nevenka era considerada por todos una chica fácil a los 15 años, que durante la relación había aceptado todos sus regalos, que fue ella quien reservó una habitación para dos en un hotel de Logroño cuando se supone que el acoso ya había comenzado (este extremo fue confirmado por el personal del hotel), que le había utilizado para medrar políticamente y que la denuncia había sido únicamente motivada por el despecho de la chica ante su indiferencia. Nevenka Fernández sostenía que, para ella, la relación sólo había durado los primeros quince días, que se dejó enternecer por el reciente enviudamiento del alcalde y que, llegado un momento, fue sometida a encerrona tras encerrona por él.
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