6 febrero 2008 |
Triste elección |
Apañados estamos si hemos de fundamentar nuestra elección política en criterios tan hueros y banales como la normalidad o el optimismo, que el PP y el PSOE han tomado, respectivamente, como estandartes para pedir el voto a los españoles. Podemos, por supuesto, achacárselo al consabido homenaje a la simpleza y la demagogia que constituyen todas las campañas electorales, pero sucede que éstas no son más que la exacerbación del propio sino de la democracia, un sistema que comete la imprudencia de someterse a la decisión de la mayoría cuando una buena parte de la población es poco menos que idiota. A lo largo de la legislatura, Rajoy se ha querido presentar una y otra vez como un hombre “normal” con grandes dosis de “sentido común”, y Acebes se preocupó de recalcarlo el sábado en Valladolid. Sin entrar a discutir el adagio de Unamuno de que hay hombres con tanto sentido común que no les queda sitio para el sentido propio, resulta muy arrogante eso de autoinvestirse como punto de referencia de lo que es “normal”, recluyendo a los demás en la categoría de “raros”, “radicales” o “anormales”. Incluso aunque tal adscripción fuera correcta, no hay ninguna prueba de que lo normal sea necesariamente lo acertado, lo válido o lo inteligente. Lo que ocurre es que tampoco hay ninguna ecuación lógica que identifique el tener razón con irradiar confianza y optimismo, la imagen que quiere apropiarse Zapatero y que Jesús Caldera y Carmen Juanes opusieron el domingo en Salamanca al negativismo destructivo del PP. Ser crítico o pesimista no es sinónimo de estar equivocado; el problema es cuando esa posición se adopta después de exagerar, dramatizar y tergiversar a conciencia todo aquello que se critica. Presiento que cualquier oposición se habría aprovechado de la mediocridad del actual Gobierno… salvo esta oposición. Y, simétricamente, que cualquier Gobierno se habría distanciado en las encuestas de una oposición tan nefasta como la que tenemos… salvo este Gobierno. En definitiva, que, a un mes de las elecciones, aquí estamos, con una distancia de tres puntos porcentuales que, aunque los antecedentes aconsejen no echar las campanas al vuelo, parece insalvable más por los deméritos del PP que por los méritos del PSOE. Al final, como casi siempre, habrá que decantarse por el mal menor. Pero no entre el optimismo y la normalidad, sino entre el artificio hueco e injustificado y el tremendismo insistente y tramposo. La decisión del 9-M será como elegir entre La soledad y El orfanato.
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Referencias y contextualización El PP y el PSOE organizaron el sábado 2 en Valladolid y el domingo 3 en Salamanca dos de sus actos de precampaña para las elecciones del 9 de marzo. De ls intervención de Ángel Acebes en el evento del PP, convocado para presentar a sus candidatos nacionales, se hace eco esta crónica. El de los socialistas fue reseñado en ésta otra. La noche del domingo al lunes, tuvo lugar también la entrega de los Premios Goya del cine español, que seleccionó como mejor película La soledad, de Jaime Rosales, frente a la a priori favorita El orfanato, dirigida por Juan Antonio Bayona. |
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