30 enero 2008 |
Perfil de nosotros mismos |
Dos centenares de periodistas se han reunido en Burgos para redactar el perfil menos objetivo que jamás les ha encargado un jefe de sección: el de sí mismos y el estado de su profesión. Aunque la atención la focalizan internet e Iberoamérica, espero que algún ponente vaya más allá de enumerar las puertas que la red ha abierto a nuestro gremio y las que no debe cerrarle al castellano. De las primeras intervenciones, lamento disentir de un tipo tan capaz como Alex Grijelmo en su consideración de que el empleo de anglicismos revela el “complejo de inferioridad” del español. En realidad, creo que lo que denotaría un complejo importante sería forzarse a buscar palabras que no nos salen con naturalidad, sólo por el hecho de ser castellanas. Además, las lenguas siempre se han nutrido de préstamos de otras lenguas, y los que nos llegan del inglés no son más bárbaros que los que en su día incorporamos del árabe o el francés. Pero, al margen de sus temas centrales, el encuentro de Burgos podría plantear una cuestión referente a los derechos y otra a los deberes de los periodistas. Respecto a los primeros, siempre me ha llamado la atención el hecho de que nosotros nunca nos declaremos en huelga. Razones de salarios, horarios y becarios tendríamos de sobra, y capacidad de presión más que casi ningún otro oficio, porque nada hay más humillante para un medio de comunicación que faltar un día a la cita con sus lectores, oyentes o espectadores. A ver si en Burgos, lejos de la mirada severa de sus jefes, algún redactor se sincera y el resto le seguimos como a nuestro líder y mesías. En cuanto a nuestra deontología profesional, personalmente no creo que se vea menoscabada por que los medios apoyen a un partido político e incluso le marquen el camino ideológico o estratégico a seguir. Como humanos que somos, y también como usuarios de una herramienta tan connotada como el lenguaje, ideologizados estamos todos, y no se nos puede pedir que seamos objetivos; nuestra meta máxima consiste en ser independientes. Sin embargo, últimamente hemos visto continuos ejemplos de que el derecho a no revelar la fuente se convierte en el parapeto perfecto para que un periodista o el propio informante propaguen sin ningún riesgo para ellos cualquier rumor o infundio que, aunque nunca se confirmen o incluso se desmientan, terminan amortizando el proverbial “calumnia, que algo queda”. Si no las opiniones, sí hay afirmaciones concretas susceptibles de someter al juicio de la verdad. Y, demandas judiciales aparte, convendría introducir la regla tácita de que una noticia que se demostrara falsa obligase al periodista a desenmascarar a su fuente. Así, uno y otra serían responsables de sus actos y dejarían de gozar de la presente impunidad. La credibilidad del gremio saldría francamente reforzada.
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Referencias y contextualización Del 28 al 30 de enero se celebró en Burgos el II Congreso de Nuevo Periodismo, de cuya jornada inaugural se puede encontrar un resumen aquí. La ponencia del director de la Agencia Efe, Alex Grijelmo, se reseña aquí. Otro artículo sobre el periodismo, esta vez como filtro de la información, es "Tiranía del mensajero". |
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